Dom 28.04.2013

DEPORTES  › LA FIESTA ESTUVO EN LAS TRIBUNAS

Una noche de maravillas

› Por Adrián De Benedictis

La noche de Liniers fue tomando temperatura a medida que se acercaba el duelo estelar. La lluvia jugó un papel importante e incomodó bastante al público, que no podía desplazarse con facilidad. La estructura montada en el centro del campo de juego recibía la iluminación de los focos, y al mismo tiempo todas las miradas se dirigían hacia ese cuadrilátero, techado especialmente por las condiciones climáticas.

Pero allí no sólo paseó Maravilla Martínez, sino que el espectáculo contó con la participación de los conductores Horacio Cabak y Mariano Iúdica. Ambos animaban a la gente para que el clima no se aplacara por el agua caída.

Desde las tribunas se podía escuchar el clásico “el que no salta es un inglés” o el “olé, olé, olé, Sergio, Sergio”. Las seis pantallas de leds ubicadas estratégicamente exponían todo lo que sucedía de las cuerdas hacia adentro. El lugar de mayor ruido era en la tribuna donde habitualmente se ubican los hinchas visitantes cuando juega Vélez. Con trompetas, bombos y redoblantes, eran los que se encargaban de recorrer todas las melodías futboleras.

El combate de Sergio Abregú sirvió para que el calor se fuera presentando en el estadio, sobre todo cuando el argentino encadenaba tres o cuatro golpes continuos, y también cuando su rival vio la lona en el octavo round. Antes de la gran pelea, se pudo escuchar a uno de los grupos preferidos de Martínez: Bajo Fondo, con Gustavo Santaolalla tocando el Himno nacional en varios ritmos.

El estadio estalló a las 21.30 y ya no se veían lugares vacíos. Faltaban pocos minutos para el show. A esa hora, boxeadores de la talla de Santos Laciar, Sergio Víctor Palma, Jorge “Locomotora” Castro, Carlos Baldomir y Marcela “La Tigresa” Acuña ya copaban el borde del ring.

Martínez apareció a las 21.50, detrás de René, del grupo puertoriqueño Calle 13. El delirio seguiría arriba del ring. A medida que avanzaba la noche, la gente se fue aplacando en lugar de entusiasmarse, a partir de lo que le transmitía Maravilla desde allá arriba. Inclusive, los gritos más espontáneos fueron cuando un relámpago iluminó todo el estadio. En ese instante la lluvia que caía era intensa. La reacción llegó en el final cuando el propio Martinez pedía que gritaran por él.

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