DEPORTES › ¿POR QUE SNO JUGO?
› Por Sebastián Fest
A las 10 de la mañana del miércoles, Lionel Messi aún tenía cierta esperanza de jugar, pero a las 10 de la noche ya toda Barcelona se preguntaba atónita qué había pasado, cómo era posible que el argentino siguiera desde el banco el hundimiento del equipo. Todo un “Misterio Messi” en medio de la debacle ante el Bayern Munich.
“Bueno, vamos a ver qué podemos hacer hoy”, escribió en la mañana del partido el argentino por SMS –su vía predilecta de comunicación– a una persona de confianza en la Argentina. Mensaje lacónico, como casi siempre en él. Seguramente porque no estaba bien y no podía decirlo, aunque el Barcelona dejara crecer en los días previos una historia fabulosa acerca de un Messi en creciente buena forma.
“Con Messi es posible soñar”, se escribió en los días previos, y en el mismo sentido fue Gerard Piqué el lunes al decir por qué creía en el milagro de revertir la derrota 4-0 sufrida en Munich. Pero Messi no estaba bien, aunque el club jugara al despiste para no darle más información de la necesaria a un rival con ya demasiada ventaja de por sí.
Lesionado en el bíceps femoral el 2 de abril durante el partido ante el Paris Saint-Germain, el argentino fue un fantasma durante los 90 minutos que jugó –o más bien no jugó– en Munich, pero ilusionó con un gran gol el sábado pasado en Bilbao. Con un Messi así, creían en Barcelona, bien se podía soñar mínimamente.
Nada de eso: la noche fue de pesadilla. No sólo por el 3-0 en el Camp Nou y el global de 7-0 sino porque ver al Barcelona hundiéndose y a Messi comiéndose las uñas en el banco no es normal.
Messi quiere jugar. Siempre. Uno de los méritos de Josep Guardiola en sus cuatro años al frente del equipo fue lograr que el argentino entendiera las ventajas de dosificarse. No se pueden jugar todos los partidos, no se pueden jugar siempre los 90 minutos. Menos es, con frecuencia, más. Por eso estuvo cinco temporadas sin sufrir una lesión muscular, controlado los 365 días del año con minuciosidad de orfebre por el recuperador físico Juanjo Brau.
Un control obsesivo derivado de la personalidad de un Guardiola que ya no está en el Barcelona, un club que extraña también la astucia en la comunicación que solía exhibir el futuro DTdel Bayern. “No hay lesión, pero después de tantos días sin entrenar un jugador no se siente cómodo”, explicó Tito Vilanova. “Tenía la sensación de que encontrándose así no iba a ayudar a su equipo”, añadió el entrenador, que menciona el tramo final del 2-2 en Bilbao como el momento en el que Messi sintió algo “raro”.
Todo un hito en la carrera de Messi: no estaba lesionado, pero abrió la posibilidad de no jugar, y luego aceptó no hacerlo. Sencillamente inédito. “El plan era tenerlo en el banco por si el Barça se ponía 3-0 y hacerlo entrar en los minutos finales si el cuarto gol se resistía”, apuntaron fuentes del club. Pese a la confusión, el Barcelona prefiere no explicar en detalle y públicamente qué le sucede a Messi. “Leo tiene tres días por delante para recuperarse, no está descartado en absoluto”, se esperanzan en el Barcelona, aguardando abrochar contra el Betis una Liga que sería un alivio en medio de un final de temporada que mostró a un equipo agotado, lleno de dudas y con el alma extraviada. Tanto que, sin estar lesionado, Messi no salió a su rescate.
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