Dom 29.06.2003

DEPORTES  › OPINION

Mundial 78: otra historia

› Por Gustavo Veiga

La primera lectura que debería hacerse del documental “Mundial 78: la historia paralela”, emitido por Telefé la noche del viernes, es la que sintetiza la voz en off de Enrique Pinti sobre el final: “Son heridas que aún sangran”. El guión del periodista Ezequiel Fernández Moores y las imágenes de archivo que le dan soporte ponen en evidencia, una vez más, el fracaso de aquellos que pretenden disociar al deporte de la política cuando analizan los actos de los hombres. Maquiavelo sostenía: “Los hombres son tan simples... Si alguien quiere engañarlos, siempre encuentra algunos que se dejan”.
Lo confiesa ahora, en un tramo del relato que produjeron Cuatro Cabezas y Gonzalo Bonadeo, el ex técnico de Racing Osvaldo Ardiles y volante titular de aquel, el primer seleccionado argentino campeón del mundo: “Ayudamos a un proceso criminal”. Autocrítico, mucho más que varios de sus ex compañeros, el cordobés sorprende. Como sorprende la persistente defensa que esgrime de su conducta el Flaco Menotti, quien presume de combativo. “Yo tuve gente en mi casa y saqué gente de la calle”, sostiene. El autor de esta columna recuerda casos muy aislados de justificaciones semejantes, que suenan muy a mea culpa, a testimonio postrero de un personaje arrinconado por la historia.
Estas contradicciones entre los protagonistas de la gesta futbolística nunca habían quedado expuestas. Ni el valor de Ardiles para reconocer el papel de marionetas, ni la sensibilidad del Pato Fillol para evocar la tragedia de Leopoldo Luque (la muerte de su hermano Oscar) dentro de la otra tragedia provocada por la dictadura, ni la verdad irrefutable que dispara Daniel Bertoni sobre el juego: “Yo no hice paredes con Videla y con Massera”. Estos testimonios actuales cobran una fuerza inusitada cuando se los compara con las entrevistas de hace 25 años a los mismos futbolistas.
La historia del desaparecido Raúl Cubas, que cubrió una conferencia de prensa de Menotti es otro hallazgo. “Estoy aquí, pero en realidad no pertenezco a este mundo”, recuerda. El apriete a Fillol porque no firmaba su contrato en River (secuela del poder ilimitado del contraalmirante Carlos Lacoste) y el mimetismo que adquiría el lenguaje de Menotti con la prédica oficial (“El proceso...” decía el técnico, cuando se refería a su proyecto de trabajo) son otros aciertos de la investigación. Un trabajo que significó una bocanada de aire fresco entre tanta televisión chatarra.

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