La princesa Akiko de Mikasa y el canciller japonés, Fumio Kishida, haciendo lobby en Buenos aires.
Imagen: EFE.

¿Existe un manual para seducir a miembros del COI y ganarse su voto? Claro que sí, y en las 48 horas finales de la carrera por los Juegos Olímpicos de 2020, Estambul, Tokio y Madrid lo están exprimiendo al máximo.

Ojerosos algunos, con sonrisa congelada otros y tensos prácticamente todos, los equipos de las tres ciudades candidatas operan con delicadeza en las formas y voluntad de hierro en el fondo sobre los 98 miembros en condiciones de votar, aunque finalmente se estima que lo harán unos 95.

Los embates finales del invierno argentino contribuyen al ejercicio de persuasión de miembros, porque hace demasiado frío como para pasarse mucho tiempo recorriendo las inmediaciones del Río de la Plata.

Así, muchos miembros del COI pasan las tardes en la luminosa recepción del hotel Hilton, e inevitablemente se convierten en objeto de codicia del ejército de relaciones públicas de las tres candidatas. Son protagonistas, podría decirse, de “la madre de todos los lobbies”, del esfuerzo final tras más de dos años de extenuante diplomacia deportiva por todo el planeta.

Porque a la carrera por 2020, que se definirá mañana poco después de las 17, se suman otras dos: la lucha entre seis hombres por la presidencia del COI, que tendrá su elección el martes, y la encarnizada batalla por establecerse como deporte fijo del programa olímpico, con el béisbol/sóftbol, la lucha y el squash como candidatos. Así, cada miembro del COI se presenta tan tentador como la sangre para un vampiro, aunque los “lobbistas” deben contenerse y nunca saltarle al cuello a su “presa”. Ante todo, buenas formas.

“La clave es acercarse con educación. Puedo decirle que ya sé que hemos hablado veinte veces sobre el tema, pero pedirle educadamente dos minutos para volver a hablar”, explica Alejandro Blanco, jefe de la candidatura de Madrid. El puertorriqueño Richard Carrión, el hombre que podría arruinarle el sueño presidencial al alemán Thomas Bach, coincide con Blanco.

“No quiero estresar a la gente. Si hablo con alguien, intento no hacer lobby. Si no, no te dicen la verdad. Me crean o no, soy un poco tímido”, aseguró el corpulento banquero caribeño. Sonriente, Carrión añadió una idea con la que cualquiera de sus colegas coincide: nunca le creas el ciento por ciento a un miembro del COI que te da el “sí” de cara a una votación: “Si todos dijeran la verdad, tendríamos 280 votos”.

“Esto es todo un cabildeo”, añade otro miembro del COI, una organización a veces inescrutable en la que conviven desde el príncipe Alberto de Mónaco a humildes atletas africanos, pasando por jeques árabes y campeones olímpicos. “Todo es bastante sutil: puede ser que el detalle más insignificante te toque el corazón y decida tu voto.”

Sutil fue en Singapur, en 2005, el entonces primer ministro británico Tony Blair, que ganó con maestría la carrera del “lobby político” a homólogos como el español José Luis Rodríguez Zapatero o el –en aquellos años– presidente francés, Jacques Chirac. “Dos semanas y media antes de la elección recibí en mi oficina un llamado de Downing Street y me dijeron que Blair quería hablar conmigo”, explicó a DPA un influyente miembro del COI.

“En la reunión estaba también Sebastian Coe. Blair habló conmigo durante 45 minutos. Hablamos de todo, de nuestros países, de historia, me contó cuáles fueron sus decisiones más difíciles como primer ministro... Casi ni mencionamos los Juegos. En Singapur voté por Madrid, y estaba decidido a hacerlo por París si Madrid no seguía adelante. Pero cuando llegó el momento, me dije: ‘Mira, vamos a votar por Londres’. Y Londres ganó por una muy escasa diferencia.”