Dom 20.07.2003

DEPORTES  › EDUARDO MAICAS O COMO IR A LA CANCHA CON HUMOR

“No me gustan los que hacen chistes sin saber de fútbol”

Con más de 30 años de experiencia como humorista, de “Tía Vicenta” a “El Gráfico” y de “Patoruzú” a “Humor”, Maicas echa luz sobre el paso de comedia que invariablemente ensaya el deporte, tirándose a veces sobre la raya del humor negro o ensayando una gambeta a la violencia. “Cuando se llora la derrota, el humorista es el que se puede reír”’ apuesta.

› Por Facundo Martínez

Para ver un Boca-Independiente, Eduardo Maicas fue a parar a la segunda bandeja de una de las tribunas locales de la Bombonera. El humorista tuvo que subir varios pisos por escaleras, algo por lo menos trabajoso para alguien que, obligado por la polio infantil, usa una muleta. Boca goleó 5-0 a los de Avellaneda y la popular era una fiesta. A la salida, el descenso fue también problemático. Alguien se apiadó de su persistente esfuerzo y le dijo: “Qué va’cer, maestro, por lo menos valió la pena”. Maicas aguantó sus propias puteadas y hoy se ríe de eso. “Ese día la cosa no podía ser peor”, dice, y aclara: “¡Yo soy hincha de Independiente!”. Con más de 30 años de experiencia profesional, en los que pasó por Patoruzú, Tía Vicenta, Humor, El Gráfico, entre otras revistas, Maicas analiza esta relación entre el fútbol y el humor, en la que juega la historia, los usos y costumbres y, por supuesto, no todo es risa.
–¿Cuáles son las herramientas válidas para hacer humor con el fútbol?
–A mí me gusta muchísimo –todos los días algo de fútbol hablo; tengo tres hijos varones–, y me gusta hacer humor con el fútbol. Porque es una pasión, como cuando uno era chico y dibujaba el arco, la jugadita. Lo que más me gusta es hacer humor con lo pasa en el día, una circunstancia particular, un resultado. Y en eso consiste, en ver un partido y estar atento a lo que pasa para saber cómo hacer el chiste, hacerlo periodísticamente. Obviamente, cuanto uno más conozca del tema mejor le va a salir, porque hay un lenguaje, ¿no? No me gustan los que hacen chistes sin saber nada de fútbol y, encima, dibujan mal los botines. Por ahí digo una barbaridad, pero me da la sensación de que los dibujantes de humor no son muy apasionados del fútbol, aunque hay varias excepciones: Roberto Fontanarrosa, Miguel Rep –me gustaba mucho cuando lo cargaba a Batista dibujándolo como una momia, ¡eso fue genial!–, Caloi, entre otros.
–¿Un chiste o una cargada?
–El chiste elaborado me parece más interesante que la cargada. Que sea crítico, ¿no?: una compra millonaria, que quieran hacer un estadio y tarden diez años, como éstos del estadio de La Plata. Esos temas me parece que dan material. Las indicaciones de un técnico a un jugador, por ejemplo; cuando Caniggia quería venir a jugar al país y la mujer no lo dejaba. Las cargadas no me gustan tanto.
–¿Qué piensa del lugar que el fútbol ocupa en la sociedad?
–El fútbol es un tema tan profundo que hasta los que no lo entienden popularmente se las rebuscaron para entenderlo de otra manera. Digo, no les gusta pero encuentran una vuelta para que les guste. Es algo muy popular, que nos acerca mucho a todos: en la cancha hay gente de guita que canta y salta al lado de un reo; después, por ahí, la cosa se separa entre los plateístas y los de la popular, pero no creas que tanto. Yo voy mucho a la cancha, me gusta ver fútbol como hincha, aunque lamentablemente voy con un poco de miedo, por la violencia. Una vez en Huracán me tiraron un piedrazo en el auto y esas cosas te quitan las ganas. El fútbol me sigue gustando como siempre pero cambiaron algunas cosas y ahora hay demasiada agresión, tanto en el juego como en la chicaneada entre equipos. Esto que pasó entre River y Boca, con las camisetas esas que decían “Sigan Participando” me parece demasiado.
–¿No cree que eso va por el lado del humor?
–No. Eso me parece agresivo y no lo comparto, tampoco que los jugadores de River entren con barbijos a la Bombonera. Que lo hagan los hinchas, vaya y pase, pero los jugadores no. El otro día escuché a un periodista radial decir que Manuel Pellegrini era un “pecho frío”, que “no tenía carisma” –era una radio rara y un periodista más raro todavía– y no lo comparto. Pellegrini me parece un tipo serio. No critica a los demás, no se burla, no es soberbio. Eso no es humor ni parte del folklore, es otra cosa. Creo que los que manejan ese discurso son los que manejan otro tipo de cosas, los que manejan la guita, el poder. Hace poco, en “El Aguante” le preguntaban a un hincha de Boca sobre el éxito de su equipo en la Libertadores y qué opinaba de River y el tipo repetía: “River es un campeón de canotaje”, en lugar de cabotaje, que era lo que había escuchado de Diego Maradona.
–Ya que lo nombró, ¿Maradona, en el humor, también fue un astro?
–Sí, claro, porque cualquier cosa que hicieras con Maradona tenía un halo particular. Yo hice muchos chistes con él. Recuerdo uno, durante el Mundial de México: estaban todos los periodistas tratando de hacerle un reportaje y Maradona los gambeteaba, porque después del segundo gol a Inglaterra no podía parar y todos corrían atrás de él para hacerle la nota. Maradona te da una cosa tan positiva, de tan crack, que facilita el chiste oficialista, porque es muy difícil hacer chistes oficialistas. El humorista, generalmente, se para en la vereda de enfrente y critica al que pierde, al que le salió mal algo, al que lo echaron. Y es difícil hacer un chiste elogiando, pero con Maradona se podía.
–¿Y con personajes como Menotti y Bilardo, que representan dos modelos antagónicos tan fuertes?
–En ese sentido, el humorista los trata de igual a igual. El humorista tiene que encontrar el talón de Aquiles del tipo. Por ahí Bilardo era más notorio: un día lo hice ahorcándose con la corbata, por ejemplo. La cara misma era muy linda para caricaturizar. Pero Menotti también. Cuando el Flaco fumaba mucho, lo hice sentado fumando, con un humo terrible, y con un periodista que ya aburrido de escucharlo empieza a piantarse despacito, aprovechando la cortina de humo. Pero a mí me gustaba Menotti, aunque no le perdono que haya dejado a Independiente en banda.
–¿Hay temas que no se tocan, por ejemplo, la violencia?
–La violencia la toco, pero cuando lo hago critico al que la ejerce y no al pobre tipo que ligó el botellazo en la cabeza. No me la doy de héroe, pero con los violentos me ensaño, o puedo criticar a la policía o a Julio Grondona. La violencia te da un material que es lindo para dibujarlo, te da mucha acción. Lo único que no hago son chistes que tengan que ver con la muerte en el fútbol, porque eso no da. Con los dibujos trato de estar bastante atento a lo periodístico.
–¿Cómo juega su propia visión del juego, sus principios, al momento de caricaturizar un tema?
–No se puede hacer un chiste contra Grondona y al otro día apoyarlo. Si merece ser cargado, lo cargaré. Yo tomo posición por un tema y trato de no traicionarme. Obviamente, hay chistes menores, que son absolutamente futboleros y atrás no hay ninguna otra cosa. Antes que nada hay que tratar que los chistes sean graciosos y no panfletarios.
–¿En qué momento comienza a hacerse humor con el fútbol?
–En las revistas del ‘30 y ‘40 ya había chistes, pero por ahí eran más simbólicos; un poco la escuela de Caras y Caretas, era más el símbolo que el chiste. En Patoruzú y Ricotipo había chistes de fútbol, pero eran muy inocentes. Si los ves hoy, decís: “¡Puta, cómo se reían con esos chistes!”. Era un humor muy sencillo. Después aparecen las Garaycachadas de Garaycochea, por los ‘50 y pico, que yo me las devoraba. Había salido una revista que se llamaba La Chance, que era una revista absolutamente futbolera y que tenía una página de humor, y estaban las páginas de humor de las propias revistas partidarias, por ejemplo Calé –el de Buenos Aires en Camiseta, que era muy futbolero–, allá los ‘40, dibujaba en la revista River y también tocaba el tema del fútbol en otras revistas. El retrataba al hincha, manejaba el costumbrismo como nadie. Como después lo pudo haber hecho Grondona White en Humor. Después, con Satiricón, en el ‘73, aparece otro tipo de humor, con el que yo me identifiqué enseguida. El humor de Fontanarrosa, Crist, de Jorge Sanzol, de Ceo, que era un gran caricaturista. Se empieza a ver un chiste de humor mucho más duro. Ahora tenés programas como “El Aguante”, que hace 20 años atrás era improbable que apareciera, y confieso que no me gusta demasiado. No me gusta el insulto ni la chicaneada muy dura.
–¿Hay un referente en el humor, como lo fue Panzeri para la prensa gráfica?
–Fontanarrosa puso mucho en el fútbol y es un referente, en ese aspecto. Pero no creo que haya uno definido absolutamente.
–¿Y en la radio, en qué momento?
–Había mucho humor en la radio. Me acuerdo de un programa que se llamaba “Gran Pensión El Campeonato”, que estaba antes de los partidos, en la que cada pensionista representaba a un hincha. La dueña del lugar se llamaba Doña AFA, el pizzero era el de Boca, el millonario era el de River, y se cargaban y vaticinaban lo que podía pasar en la fecha. Un poco lo que sería más tarde “Polémica en el fútbol”, pero con humor. Eran humoristas y estaba la gastada, aunque era un poco más inocente que la de hoy. No me gusta mucho como es la gastada actual.
–¿Por qué?
–No me gusta que alguien le diga a otro: “No existís”, me pone loco. Es como autorizar al barrabrava hasta que te mate: “No existís, no sos nadie”. Es muy violenta esa frase, además, Boca necesita de River, Independiente de Racing, y al revés. Incluso, yo no tengo, por ejemplo, esa rivalidad con Racing, le quiero ganar más a River o a Boca. En el humor te tenés que reír con la gente y no de la gente. Entonces, si te dicen amargos, como nos dicen a nosotros, la cosa termina ahí. ¿Cómo te podés defender? Y bueno, no soy amargo. ¿Ves? No es un lindo chiste. Me gustaría que los chistes de fútbol fueran mejores, y no sé si eso pasa exclusivamente por los humoristas gráficos.
–¿Cuál sería un buen chiste, en este sentido que usted plantea?
–Está bien la pregunta, porque si no es hablar al pedo. Un chiste mejor es la autocargada.
–¿Heber Ludueña?
–Me encanta. Primero me gusta Luis Rubio, me parece muy simpático. Logró una cosa muy sencilla, que nadie había hecho: el jugador de fútbol fracasado, contando anécdotas. Me parece que no es nada agresivo, él se carga a sí mismo. Y ahí empieza el humor. Es el antihéroe total. Por ejemplo, cuando dice que tuvo la copa en sus manos, pero porque era el encargado de lustrar los trofeos. Y a los chicos les encanta. Me parece muy bien logrado estéticamente. Me hace reír mucho.
–¿De qué forma retrató el humor las grandes polémicas del fútbol?
–Hay que diferenciar las publicaciones. Yo trabajé en El Gráfico y en Humor. El Gráfico era absolutamente deportivo y, si se quiere, con un toque exitista, porque apuntaba más a eso. Y en Humor, el deporte era tratado de otra manera, se lo relacionaba al tema de la dictadura: estoy hablando del Mundial del ‘78, cuando empezó la revista, y uno compartía esos ataques a la dictadura y todo lo que se manejaba a través del deporte. Incluso la sección que hacía Tomás Sanz, Pelota, pasaba más por otro tipo de crítica que por analizar el fútbol en sí.
–¿Quién fue para usted el personaje más propicio, el punto, para los humoristas?
–Antes del Mundial del ‘86 era Bilardo. Se le pegaba con un caño. Y después tuvimos que hacer mil chistes de autocrítica. Me acuerdo de uno, que era un tipo que estaba en una isla y encontraba una botellita con un mensaje que decía: “Perdón, Bilardo”; ése era el mensaje que iba por todo el mundo. La cosa pasa más por las circunstancias atípicas del juego: un jugador que erraba penales, por ejemplo. En un tiempo se cargaba mucho a Oscar Pianetti, y más recientemente a Martín Palermo, y más cuando erró los tres penales contra Colombia en la Copa América ‘99.
–¿Y Grondona fue objeto de la burla?
–Fue objeto, pero me parece que se salvó de serlo más. En Humor se lo criticaba bastante. Hace poco dijo algo sobre los árbitros judíos y era un tema para pegarle, pero no se hizo. Eso es un tema, cuando alguien dice una burrada. A eso tenemos que estar atentos. En los árbitros tambiéndescargamos los dardos, pero tiene que ver con el papel que les toca, de impartir justicia donde la justicia es vista subjetivamente.
–¿Se puede hacer humor negro con el fútbol?
–El humor negro es un tema que me gusta mucho y que no está muy relacionado con el fútbol, pero me parece que da. Yo defiendo el humor negro porque finalmente te estás riendo de un drama universal, no de algo particular. Te reís de la muerte, no del vecino que se murió. Estoy trabajando en ese tema, en los lugares comunes del humor negro, pero utilizando los temas futboleros.
–En los cantos de las hinchadas hay humor, pero también algo que no es humor, como, por ejemplo, el racismo...
–Yo grito como un loco en la cancha, pero creo que hay más pasión por los colores que humor, aunque cada tanto aparece un canto que es muy gracioso. Pero el racismo, la agresión, es una lástima. Me parece que el fútbol es tan lindo para disfrutarlo entre todos, que con eso que no es humor nos perdemos muchas cosas. Cuando las hinchadas cantan cosas que no comparto, no canto, no me prendo. El racismo no tiene nada que ver con el fútbol.
–¿Cómo ve el “humor” que intentan hacer los relatores o comentaristas de televisión?
–¿Cómo cuáles?
–Marcelo Araujo, por ejemplo.
–Eso no me parece humor. El insulto no tiene nada que ver con el humor. El lenguaje es tan lindo que utilizar esos recursos me parece muy pobre.
–Como material, ¿la derrota o la victoria?
–La derrota te da más material, porque uno se sitúa enfrente. El humorista tiene esa condición: cuando los demás lloran, él se puede reír.

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