DEPORTES › PREOCUPANTE REALIDAD PARA LOS CLUBES DEL FúTBOL ARGENTINO
La venta de entradas en los estadios de todas las categorías bajó casi un ciento por ciento en los últimos veinte años. La tendencia se consolidó a partir de la temporada 2003/2004 hasta la actual. Los datos surgen de los balances de la AFA.
› Por Gustavo Veiga
La tendencia parece irreversible más allá de algún esporádico repunte. La caída en la venta de entradas del fútbol argentino es, después de la violencia estructural y la mala administración de los clubes en general, el problema que les sigue. Las estadísticas que lo demuestran son de la propia AFA, abarcan los últimos diez años y están contenidas en su última memoria y balance. La primera conclusión que asoma en la superficie es: poco importa si la gente no va a la cancha. El dinero importante llega por otra vía: los derechos de televisión. De los 2.507.991 boletos vendidos en la temporada 2003/2004 en Primera División (se cuentan generales, damas y menores) pasamos a 1.297.679 en la 2012/2013. Y de un promedio por partido de 1367 tickets hace diez años, se cayó a 913, uno de los dos más bajos del último decenio. Si se comparan estos valores con los de hace veinte años, el resultado es mucho peor: la merma supera el ciento por ciento. En 1993/1994 se colocaron 2.743.990.
Los datos pasan inadvertidos hasta para quienes deberían procesarlos –los dirigentes– y mejorar una fuente de ingresos que, en el pasado, fue la más importante. El declive pronunciado contradice al interés que evidenció el público argentino para asistir al Mundial 2014. La avidez por comprar entradas colocó a nuestro país en el tercer lugar de una demanda que lideraron Brasil, el organizador, y Estados Unidos.
Podrá argumentarse que las barras bravas espantan al espectador promedio del fútbol local, que algunos clubes casi no venden boletos porque entre socios y abonos ya tienen cubierta la capacidad de su estadio (el caso de Boca), que hay demasiada reventa y que hasta el nivel de los torneos es malísimo. Además de que a las populares les subieron su precio un 33 por ciento a comienzos de noviembre: pasaron de 60 a 80 pesos. A esta altura, ¿no deberían cambiarle el nombre de populares por otro más a tono? ¿O establecer un sistema de dos por uno como en el cine, que es más barato y menos peligroso que el fútbol?
La AFA va a contramano de lo que sugiere el enunciado de su buque insignia: Fútbol para Todos. Argumentos como la inflación o que los valores de las entradas estaban desactualizados desde mediados de 2012, no la eximen de responsabilidad por su inoperancia ante las estadísticas que demuestran los últimos diez años. Eso, siempre que se haga un recorte entre la temporada 2003/2004 y la actualidad. Pero la pendiente va más allá. Hace veinte años, durante la temporada futbolística 1993/1994, la venta de boletos ascendía a 2.743.990, cifra que supera a la mejor del último decenio, de 2.585.631 en 2006/2007. Desde entonces, la cantidad de tickets cayó de manera sostenida. De aquel número de hace dos décadas, pasamos a 1.297.679 en la temporada 2012/2013. O sea, una merma de más del ciento por ciento.
La caída se extiende a las demás categorías profesionales del fútbol argentino: B Nacional, Primera B y ahora, desde la temporada 2014 que se avecina, la Primera C, que también adquirió el status de rentada. La excepción a la regla es el período 2011/2012 en la Segunda División, cuando River participó del campeonato y elevó de manera considerable la venta de boletos y el promedio por partido. Se llegaron a comercializar 1.070.249 entradas y 351.768 plateas. El cambio se percibe más cuando se lo compara con las estadísticas de Primera División de la misma temporada: 1.231.956 y 347.100, respectivamente.
Otra curiosidad: en el torneo final de la temporada 2012/2013, no fueron Boca ni River, ni el campeón Newell’s los que vendieron más entradas en ese período. El descendido Independiente, con 113.378 boletos, quedó al tope del ranking seguido por Belgrano de Córdoba con 107.647. River se ubicó tercero a un pasito con 107.023 y Boca cuarto con 93.709.
El último decenio que toma la AFA para comparar sus estadísticas arroja un declive que, como ya quedó dicho, viene de más atrás. Pero si tomamos las diez temporadas más recientes, los números señalan: 2003/2004, 2.507.991 entradas; 2004/2005, 2.681.680; 2005/2006, 2.246.664; 2006/2007, 2.585.631; 2007/2008, 1.979.001; 2008/2009, 1.822.529; 2009/2010, 1.558.783; 2010/2011, 1.646.258; 2011/2012, 1.231.956 y 2012/2013, 1.297.679. Aunque se dieron algunos ligeros repuntes en determinadas temporadas, la tendencia es que el fútbol vende cada vez menos localidades. Y lo que es peor, a los responsables de su organización les importa un rábano.
Las estadísticas están a mano de cualquier curioso investigador que pretenda sumar una variable más para interpelar e interpelarse por qué estamos cómo estamos. El fútbol y los clubes, su razón de ser desde que se juega de manera organizada en la Argentina, mantienen una inercia llamativa en este tema. Las consecuencias están a la vista: cada vez hay menos público en las tribunas –en el Ascenso lleva años la prohibición de concurrencia del público visitante, salvo en la B Nacional hace dos temporadas–, cada vez más violencia y barrabravas a sus anchas, cada vez menos ingresos por un rubro que brilló durante los dos primeros gobiernos peronistas, allá lejos y hace tiempo.
Entre 1946 y 1950 el promedio de entradas vendidas por partido llegó a 12.755 y en el período 1951-1955 subió hasta 12.865. Cerca de un mil por ciento más, si se compara esas cifras con las actuales. Sin los millones que paga la televisión, sin los millones de espectadores que siguen al fútbol por TV, es cierto; pero también sin tanta violencia, sin tantas canchas semivacías y sin esa obscenidad en su círculo multitudinario, como decía el recordado Dante Panzeri.
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