Dom 01.06.2014

DEPORTES  › PARTIDOS AMAÑADOS, UNA TENDENCIA QUE CRECE EN TODO EL MUNDO

Cómo apostar en un fútbol sospechado

El descenso de Defensores de Belgrano en la Primera B Metropolitana, luego de los empates entre Flandria-Morón y Dálmine-Colegiales, revivió viejas sospechas de partidos arreglados. La AFA teme que se ensucie el futuro Prode bancado con las denuncias.

› Por Gustavo Veiga

El fútbol se corroe por los cimientos. Cuando hay partidos arreglados, su credibilidad se desploma. Este es el problema más grave que soporta en la Argentina; también sus altas estadísticas de violencia y muertes. La FIFA tiene un posgrado en matufias: una investigación en 2013 arrojó que hubo 680 juegos sospechados e investigados. La AFA está hoy en aprietos por algo parecido y porque le propuso al Estado recaudar más dinero por un nuevo sistema de apuestas: el Prode bancado. El final con escándalo de la Primera B atenta contra aquel objetivo. Sus protagonistas cuentan mucho menos de lo que saben. Deslizan aprietes, sobornos e incentivaciones con sordina. Las pruebas más contundentes –si las hay– se las guardan. Por ahora.

Defensores de Belgrano descendió y su presidente, Marcelo Achile, acusó a Colegiales y Flandria por perjudicar a su club. Les criticó que pusieran muchos suplentes y pibes amateurs en encuentros que definían los promedios en la última fecha. Rodrigo González, el máximo directivo del primero, le respondió: “Trata de embarrar la cancha, la presentación que hizo en el Tribunal es ridícula”. Pedro Monzón, el técnico de Flandria, renunció en aparente desacuerdo con que no le dejaron poner a los titulares contra Morón, que se salvó raspando de bajar a la C. El mismo destino que le tocó a su plantel una semana antes.

Su colega Rodolfo Della Picca denunció una “traición de dirigentes” y admitió que derramó “unas lágrimas” de impotencia porque Defensores quedó libre en la fecha final. Un jugador de Colegiales, Guillermo Báez, se quejó de que lo borraron después de sumar 31 partidos en el campeonato, 24 horas antes de salir a la cancha contra Villa Dálmine. Otra institución, UAI Urquiza, donó diez becas de su universidad para los árbitros de un gremio que dirigieron sus encuentros (ver aparte). Su equipo peleó por no descender hasta el final del torneo. Los medios hablaron de vergüenza y bochorno. Todo quedó en manos del Tribunal de Indisciplina. Con un fútbol así, ¿quién se animará a apostar unos pesos?

Las sospechas sobre el descenso inducido de Defensores de Belgrano dejaron a la AFA en una situación incómoda. Es cierto que no fue ni será la última vez. Tampoco dejará de gobernarse por sus prácticas típicas de la Omertà. El presidente González, un periodista formado en TEA, se salió de ese libreto. Reconoció ante Página/12 que al club del Bajo Núñez la divisional B “le pasó un vuelto” cuando en el sorteo del torneo quedó libre en la última fecha. Se sabía que arrancaría muy mal. Estaba a 22 puntos de Flandria y 6 de Morón, pero hizo una muy buena campaña. La próxima temporada, igual que Defensores en ésta que se fue, Colegiales empezará último en los promedios. Si se repitiera con su club la misma situación, aseguró que se quejaría.

Como fuere, negó que haya licenciado a casi todo el plantel. Dijo que su comisión directiva lo hizo con Báez y dos titulares más: el arquero César Matinella y el zaguero César Lequizamón Arce, lesionado. “Nosotros no estábamos de acuerdo, nos queríamos despedir del torneo y que cada cual saque sus conclusiones. Si nos iban a licenciar lo hubieran hecho después del partido de Chicago. En marzo cobramos por Agremiados, nosotros perdimos plata yendo a entrenar. Nos hubieran licenciado una semana antes”, se quejó Báez en el programa radial Ascenso País.

Achile, el subsecretario de Deportes y Recreación de la Defensoría del Pueblo porteña, había adelantado después del descenso de Defensores: “Tengo pruebas de que los entrenadores fueron condicionados para armar sus equipos. Y no me voy a callar nada. Grondona me dio su aval y voy a ir hasta las últimas consecuencias. Me reuní con Monzón porque se estaban diciendo muchas cosas y él me comentó que si veía algo raro se iba. Y se terminó yendo, algo pasó”.

El presidente reconoció ese extraño encuentro previo al partido entre Flandria y Morón. Pero el entrenador dijo otra cosa en el bisemanario El Civismo de Luján: “Se terminó mi contrato verbal. Yo iba a dirigir hasta que se definiera la situación. Los dirigentes no me pidieron nada. El torneo que viene quiero estar en Flandria para volver a ascender”.

Su deseo de dirigir al equipo en Primera C se contradice con su salida. ¿Por qué, si aspira a seguir, no condujo a los juveniles y algunos profesionales que podían ser tomados en cuenta para el próximo torneo? En El Civismo, la crónica del sospechado empate con Morón señala que después de las acusaciones recibidas, “la dirigencia hizo poco (o nada) para desmentir esa situación. Todo lo contrario”. El presidente de Flandria, Carlos Jech, retrucó: “Me parece que estuvo muy equivocado Achile, porque si vos viste el partido no quedó ninguna duda, al contrario. Nosotros pusimos los chicos del club porque queríamos ver cómo están para afrontar el campeonato de la C. Realmente dieron todo...”. Diez de los que salieron a la cancha entre titulares y suplentes nunca habían jugado desde el minuto uno en Primera. Hasta enfrentar a Morón, que como mínimo necesitaba igualar para evitar un desempate por el descenso con Defensores.

La presentación de este último club ante el Tribunal de Indisciplina se basa en los artículos 73 y 74 del Reglamento de Trasgresiones y Penas. Son los que castigan el soborno y la incentivación, respectivamente, con la misma sanción, algo que muchísima gente no sabe: de cuatro meses a dos años de suspensión. Las línea final del 73 señala: “La misma sanción se aplicará, cuando las determinaciones adoptadas por un club, en cuanto a la constitución de su equipo representativo, signifique la concesión de ventajas inaceptables”.

A Defensores le juega en contra la historia tribunalicia de la AFA, mucho más que la letra fría del reglamento. La última vez que se escarmentó a un club por incentivación en el fútbol argentino sucedió el 21 de febrero de 1962. Hace 52 años. Newell’s fue castigado por recompensar a Excursionistas para que le ganara a Quilmes, club con el que peleaba por el ascenso en la vieja Primera B. Salió campeón, pero como le quitaron diez puntos, no pudo subir. Le inició juicio a la AFA y a cambio de desistir en su propósito, lo devolvieron a la A en los escritorios. El último intento de soborno castigado es más reciente. En 1971, Alfredo Ortiz, un zaguero de Ferro, rechazó recibir dinero y acusó a Banfield de ofrecerle 2 millones de pesos de la época. Al Taladro lo suspendieron cuatro meses y terminó descendido. Julio Grondona no era presidente de la asociación cuando se aplicaron aquellas sanciones.

Las sospechas de que se arreglaron los empates en Flandria-Morón y Villa Dálmine-Colegiales, más la difusión que tuvieron, enojaron al viejo dirigente, interesado como está en desarrollar el Prode bancado como un ingreso extra para clubes en franco declive económico. Ese tipo de apuestas, con monto fijo predeterminado, tiene defensores y detractores en el país. Los primeros sostienen que la AFA podría supervisar mejor el negocio que hoy se ampara en una legalidad agarrada con alfileres. Los que atacan la vinculación entre el fútbol y el juego que parece venirse con el aval del gobierno nacional, se remiten a lo que pasa en el resto del mundo. Los partidos amañados ya surcaron los cinco continentes.

Y en el Mundial de Brasil la historia puede repetirse con un amplificador que no tiene nuestro fútbol de ascenso.

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