Desde Belo Horizonte

Ya está llegando, como reza en la publicidad que más se repite en la televisión brasileña. No hay que esperar más. Se pueden ir desempolvando los gorritos, las camisetas, se puede comenzar también a acomodar las cábalas y las virgencitas en sus respectivos lugares, porque aunque aquí en Brasil todavía no termina de encenderse el clima mundialista, la máxima fiesta del fútbol comenzará en San Pablo, en el renovado estadio Arena Corinthians, bajo un estricto operativo de seguridad. Los organizadores prometen un gran espectáculo de danzas, coreografías y la más alta y sorprendente tecnología. A continuación, el fútbol. La pelota rodando, cuando Brasil y Croacia se enfrente en el primero de los 64 partidos de la competencia.

El clima político bastante hostil que se pudo apreciar en las manifestaciones antiMundial previas y también en las acaloradas discusiones que los diputados brasileños sostienen por estos días con TV en vivo y en directo son apenas una muestra del malestar que viven muchos brasileños debido al altísimo costo –se habla de un presupuesto triplicado respecto del original– que debieron afrontar las autoridades brasileñas para concretar las obras pactadas, que sufrieron retrasos importantes y que, finalmente, a través de adjudicaciones directas y sin licitaciones terminaron de realizarse a las apuradas y con el calendario corriendo por detrás.

En este contexto, la apertura no incluirá discursos políticos, ni de la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, ni del barón de la FIFA, Joseph Blatter, como sí ocurrió en la Copa Confederaciones el año pasado, donde ambos fueron abucheados por el público. Durante el Congreso FIFA, el propio Blatter volvió a pedirles a los brasileños que cesen las manifestaciones antiMundial que tuvieron un grandísimo protagonismo durante el último año y se acentuaron en los últimos meses. Rousseff remarcó en las últimas horas que “Brasil superó los principales obstáculos y está preparado para recibir la Copa, dentro y fuera del campo de juego”.

La ceremonia inaugural, a las 15.15, será corta, se dice que no durará más de 30 minutos, y según adelantó la directora del espectáculo, la belga Daphné Cornez, contempla una suerte de homenaje a Brasil: sus tesoros naturales, su gente y la gran diversidad de razas y, por supuesto, esa gran pasión de los brasileños que es el fútbol.

Escuelas de danzas y circenses realizarán coreografías con pelotas de fútbol y habrá también muestras de capoeira en un espectáculo ideado por el ex director del Cirque du Soleil, el italiano Franco Dragone. En escena habrá cerca de 1200 artistas jóvenes, en su amplia mayoría voluntarios provenientes de organizaciones no gubernamentales.

Brasil intentará decirle al mundo que no todo es fútbol y Carnaval en su tierra. Lo hará a través de la tecnología y la robótica, que también estarán presentes en la fiesta de inauguración. La ceremonia contará como elemento principal con una pelota de leds gigante que se moverá durante todo el espectáculo y el puntapié inicial será dado por primera vez en la historia de los Mundiales por una personas parapléjica, que para ello se valdrá de un exoesqueleto robótico controlado por el cerebro, un proyecto de altísimo impacto cultural y social que contó con el trabajo de más de 100 científicos internacionales.

Para el cierre de la ceremonia, luego de las idas y vueltas y de la confirmación a último momento de la cantante Jennifer López, tendrá lugar la canción del Mundial “Were are One” (“Somos uno”), que junto a López interpretarán la cantante Claudia Leitte y el rapero estadounidense Pitbull. Todo ese movimiento será supervisado de cerca por la directora de planificación y soporte de operaciones del Comité Organizador Local (COL), Joana Havelange, nieta del todopoderoso ex presidente de la FIFA, Joao Havelange. Recién entonces, a partir de las 17, comenzará a rodar la pelota.