No merecía la historia del fútbol que el segundo tránsito de Uruguay por Brasil en Copas del Mundo, después de aquella página gloriosa de 1950, quedara enterrada en las dunas de Natal. No merecía Uruguay, incluso, irse del Mundial de esa manera tímida y poco elocuente con que salió a jugar el partido y lo jugó hasta que quedó con un hombre de más, a 20 minutos del final. No merecía irse de manera tibia, sin sacudir los cimientos de la lógica. Pero este seleccionado del Maestro Oscar Washington Tabárez es así, coraje y épica, juega de esta manera desde hace ocho años –como se enorgullece su entrenador– y no va a cambiar por algún resultado circunstancial en contra. La historia, para colmo, lo respalda. El sábado, en los octavos de final, lo espera Colombia.

El duelo que la previa había planteado entre los dos reos del encuentro decisivo del Grupo D, Luis Suárez y Mario Balotelli, se definió por poco a favor del uruguayo, que aunque no fue la estrella rutilante que le dio a Uruguay la victoria sobre Inglaterra en el encuentro anterior, estuvo mucho más metido en el juego que el perdido atacante peninsular, tan perdido (¿una patada?) que ni apareció a jugar el segundo tiempo.

Si no fue Suárez la figura oriental, ese papel bien podría reclamarlo Edinson Cavani, quien se desdobló para tapar a Andrea Pirlo, el regista italiano, en el medio del campo y para colaborar con Suárez en la tarea ineludible de buscar la diferencia. El goleador de la Premier League tuvo una chance en el primer tiempo y otra en el segundo, Buffon le sacó ésta, la más clara de las dos; pero el jugador del Paris Saint-Germain, de incansable despliegue, produjo más en función del equipo.

Y entre Cavani y Suárez hay que anotar la figura de Diego Godín, el zaguero del Atlético Madrid que se está bancando desde hace dos fechas a la zaga uruguaya, ausente por lesión el raspador de Diego Lugano, y que ganó, un poco con la nuca, un poco con la espalda, el centro en el área italiana, para marcar el único gol del partido, el de la clasificación, cuando faltaban menos de diez minutos para empezar a armar las valijas de retorno al Plata.

A Italia le servían dos resultados, el triunfo o el empate. Se quedó afuera después de que el fútbol, pareciera, se le agotó en la primera presentación, ante Inglaterra. Cuando despertó, acicateada por el gol que la eliminaba, mostró ejemplos de esa pasión, aunque para entonces el equipo había quedado tan desarticulado, sin atacantes, que terminó siendo una agonía para los hombres de Prandelli. Pero es cierto que la expulsión de Claudio Marchisio (por plancha sobre Arévalo Ríos) cambió la ecuación del partido, que pasó de ser controlado por un equipo que rezumaba oficio, a manos de otro que, con guapeza, hizo pesar el jugador de más con el que contaba.

De todas maneras, así como la decisión sobre la falta de Marchisio no es cuestionable, sí lo es –y en grado sumo– la manera en que Suárez zafó de una sanción tras morder el hombro de Giorgio Chiellini, acción que no le resulta desa-costumbrada, lamentablemente, y que pudo sacar a Uruguay del Mundial si en ese momento hubiera sido expulsado. No lo fue y, acaso porque definitivamente Suda-mérica no es para los europeos, Costa Rica y Uruguay pasaron con éxito el Grupo de la Muerte, mientras Italia e Inglaterra, dos ex campeones mundiales, se ven obligados a cruzar anticipadamente el Atlántico de regreso.

Estadio: Arena das Dunas (Natal).

Arbitro: Marco Rodríguez (México).

Gol: 80m, Godín (U).

Cambios: 46m, M. Pereira por Lodeiro (U) y Parolo por Balotelli (I); 63m, Stuani por A. Pereira (U); 70m, Cassano por Immobile (I); 75m, Thiago Motta por Verratti (I); 78m, Ramírez por C. Rodríguez (U).

Incidencia: 59m, expulsado Marchisio (I).