Sáb 27.09.2003

DEPORTES

Pablo Aimar se transformó en el crack de la afición del Valencia

Muchos lo consideran el mejor jugador argentino, y en su club confían en que puede conducirlos al título de Liga.

Por Cayetano Ros *
Desde Valencia

Lo mismo le resbalan las críticas que los elogios. Su filosofía no varía: “Ni me tiro a las vías cuando las cosas van mal, ni me subo a una nube cuando van bien”. Pablo Aimar sigue siendo el mismo. El mismo chico reservado, sensible y maduro que aterrizó en Valencia en diciembre del 2000, procedente de River, por cerca de 24 millones de euros. El mismo futbolista imprevisible por el que vale la pena, como dijo Maradona, pagar el precio de una entrada. Pero con una diferencia. A punto de cumplir su tercer año en España, conoce el entorno: la prensa, la hinchada, los compañeros, el técnico y los rivales. Sabe todo lo necesario para despegar.
Durante un par de años, Aimar ha aguantado con estoicismo los palos de parte de la prensa valenciana que lo catalogó de artista de salón: debía europeizarse. Ni una sola vez se lo oyó quejarse. Tampoco por la desconfianza del entrenador Rafa Benítez, que lo tuvo hasta hace poco en la mira. Y sólo ahora, después de su exhibición en el Vicente Calderón, cuando dio los tres pases de gol, existe unanimidad en el valencianismo respecto de su valía. Comparado con los mejores 10 del mundo, no tiene la potencia de Ronaldinho ni la contundencia de Zidane –su gran ídolo–, pero comparte con ellos el torrente imaginativo, la inacabable capacidad para inventar jugadas. Y le añade un carácter tan liviano sobre el campo que parece que en cualquier momento va a levitar. Al contrario que muchos de sus compañeros, Aimar disfrutó de una educación de cierta solidez. Se la dio su padre, entrenador de fútbol. “Mis padres no van a querernos menos a mí y a mi hermano (Andrés, que está en el River Plate) porque juguemos mal un partido, o a mi hermana, que estudia microbiología, porque haya rendido mal en una materia.” Generoso en el campo, en eso también hizo caso a su padre: “Me dijo que si los demás corrían, ¿cómo no iba a correr yo?”
Pocas horas después de su exhibición en el Calderón, los periodistas de Madrid ya preguntaban por el nombre de su representante: Gustavo Mascardi, el mismo que forzó esta semana la mejora del contrato de Roberto Ayala. Aimar ya desautorizó el año pasado a su agente cuando éste aseguró que el jugador pedía ganar más dinero. “Estoy contento con lo que gano”, señaló.
En la era de los jugadores mediáticos, el Valencia se ha dado cuenta recientemente de que Aimar lo tiene todo para serlo. El talento desbordante, la cara de ángel y el origen en uno de los países más futbolísticos del mundo, la Argentina. “Por su físico, les gusta igual a las niñas, a los niños, a las madres y a los padres”, dicen en el departamento comercial del club. Este editó un calendario de 3 mil unidades con su imagen y se agotó a poco de haber salido. Y ahora está negociando la llegada de un centenar de aficionados japoneses que se desplazarán a Valencia para reunirse media hora con el crack argentino. Es en Japón y, lógicamente, en la Argentina donde más furor causa su aspecto de querubín.
“Chuta, chuta, chuta” (“pateá, pateá, pateá”) es la orden que más oye de boca del técnico en los últimos meses. Ante el Valladolid, se pasó el partido disparando al gol. Hasta que lo consiguió. El curso pasado marcó 8 tantos. Cantidad considerada insuficiente tanto por el técnico como por el jugador, sobre todo por su condición de segundo delantero, por detrás del único punta. Una posición a la que ha debido adaptarse en perjuicio de su preferida de media punta, con dos delanteros por delante.
Su carácter introvertido fuera del campo, apenas se le oye cuando habla y camina de prisa por los aeropuertos para evitar que lo reconozcan, contrasta con su personalidad dentro del campo. Nunca se esconde. Es la referencia constante de sus compañeros cuando no saben qué hacer con el balón. Parece más cómodo con la nueva presencia de Oliveira, así como con otros delanteros, Mista y Sánchez. Precisamente, Sánchez no duda de que su compañero ha mejorado “bastante”. “Tiene más confianza y conoce ya a todo el mundo.” Sobre todo, parece haberse librado de la incompatibilidad que tenía con John Carew, cedido al Roma, dos polos que se repelían futbolísticamente. Aimar tiraba una pared y Carew devolvía un muro. Pese a su timidez, aspira a ser algún día el número 1 del mundo, según reconocía en una entrevista el año pasado. Pero, a continuación, advertía que le quedaba una larga lista de defectos por corregir. Ya son menos.
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.

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