Mar 28.10.2003

DEPORTES  › OPINION

Pumas: pato o gallareta

Por Diego Bonadeo

Aunque en la inmediata posguerra eran notorias las devastadoras secuelas –también en el rugby europeo–, las visitas a la Argentina del combinado universitario británico de Oxford y Cambridge en 1948 y del seleccionado nacional de Francia en 1949, ganando todos sus partidos, llevaron a que el primer gran hito estadístico del rugby argentino se plantara hace cincuenta y un años, en 1952, cuando Pucará le ganó al seleccionado irlandés por 11 a 6, en la sección Jorge Newbery del Club de Gimnasia y Esgrima de Buenos Aires. Precisamente, en este Mundial 2003, de las cinco naciones quizás haya sido Irlanda la menos fuerte, más allá del no muy buen momento actual de Escocia y Gales. Pero de todas maneras, la historia que considera a ocho grandes –los cinco, más Nueva Zelanda, Australia y Sudáfrica– incluye al eliminador de Los Pumas. Quizás el primer “colado” entre los ocho haya sido cronológicamente Argentina, aunque en su momento haya aparecido Rumania –en la década del setenta– como mejor europeo fuera de los “cinco”, después Italia y ahora extracontinentales como Fiji y Samoa. Y de a poco se fueron agregando algunos más, pero de todas maneras sin acercarse demasiado a los candidatos de fierro. Hasta esta edición de 2003, el campeón del mundo salió siempre del hemisferio sur: Australia, Nueva Zelanda y Sudáfrica, los históricos tres grandes, se repartieron las cuatro copas entre 1987 y 1999. Y lo mejor de Los Pumas fue en 1999, justamente cuando a costillas de Irlanda ganaron, hasta ahora por única vez, el derecho a pasar la primera rueda.
Evaluar el 15-16 del domingo pasa por las expectativas de los consumidores de rugby: los permanentes y los circunstanciales. Es que hubo una inducción exagerada a alimentar esas expectativas, más desde los sponsors que desde los medios. A partir de los antecedentes inmediatos de los dos –esto es: los partidos jugados por argentinos e irlandeses en este mundial– solamente podía sorprender una diferencia de treinta o cuarenta puntos o más, en favor de uno o de otro.
Esto no fue ni un éxito ni un fracaso, aunque no se haya jugado bien. Era previsible perder con Australia, ganarles a Namibia y Rumania. Irlanda era pato o gallareta.

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