DEPORTES › EL VINCULO ENTRE LOS FUTBOLISTAS Y LOS VIOLENTOS ES CADA VEZ MAS FLUIDO
El video tomado a La Doce cuando visitó al plantel de Boca y las fotos de Marcos Rojo subido al paraavalanchas con barrabravas de Estudiantes reavivaron los vínculos entre jugadores y violentos del fútbol. Hay más casos de relaciones semejantes.
› Por Gustavo Veiga
El video con las imágenes de una reunión entre el plantel de Boca y la barra brava en el estacionamiento cubierto de un hotel. La fotografía del integrante de la Selección Nacional, Marcos Rojo, subido al paraavalanchas junto a los pesados de Estudiantes alentando en el partido contra San Martín de San Juan. Se trata de dos secuencias distintas de una misma película. Pero ambas permiten posar otra vez la mirada sobre ciertas afinidades, amistades y complicidades entre los futbolistas y los mercaderes de la violencia y el aliento. Estos episodios difundidos en la última semana, uno en Puerto Madero y el otro en La Plata, por sucesivos reactualizaron una vieja práctica. Esa que involucra también a dirigentes de clubes, funcionarios políticos, sindicalistas, intermediarios y directores técnicos. La diferencia –no menor– es que los jugadores legitiman con más fuerza a estos sujetos que, como ellos, también pretenden para sí un rol estelar en el espectáculo del que todos comen. No es la primera vez que pasa. Un repaso a los casos más conocidos fortalece la idea de que estas relaciones se volvieron promiscuas hace mucho tiempo. La filmación en la cochera del hotel Madero, en el Dique 2 del barrio más exclusivo de Buenos Aires, es del 14 de febrero. No era más reciente, como se informó por error en algunos medios. Ni tampoco tomada en las vísperas del segundo clásico con River por la Copa Libertadores. Corresponde a las horas previas del partido con Olimpo de Bahía Blanca y por el kilométrico torneo de treinta equipos. El especialista en el tema, Gustavo Grabia, difundió el video en el canal TyC Sports. Dijo que Rafael Di Zeo, el capo de La Doce, sermoneó a los futbolistas: “Muchachos, esto es Boca. Ahora la barra la manejamos con Mauro y queremos títulos. Pónganse las pilas, porque si les va bien a ustedes, nos va bien a nosotros. ¿Entienden?”. A buen entendedor, pocas palabras.
La evidencia que no imputa delito alguno, pero si establece un vínculo que de otra forma se hubiera negado o relativizado, se suma a otras del pasado. Para demostrar que, como diría Discepolín, “vivimos revolcados en un merengue y en el mismo lodo todos manoseados”. El 12 de abril de 2007, Martín Palermo, Pablo Migliore y Rodrigo Palacio visitaron a Di Zeo cuando purgaba en la cárcel de Ezeiza una condena de cuatro años y tres meses por coacción agravada por el uso de armas. El fiscal había pedido penas más duras que iban de cinco a diez años por el ataque a hinchas de Chacarita, producido en la Bombonera el 3 de marzo de 1999.
El goleador incluso fue más allá: en aquellos días festejó un gol contra Argentinos Juniors de cara a la barra y cruzándose los brazos como si estuviera esposado. Un gesto simbólico hacia los presos. El arquero fue detenido el 31 de marzo de 2013 y pasó 40 días en prisión acusado de encubrir un asesinato cometido por barrabravas. Zafó de ser sometido al juicio oral cuando accedió a una probation. Finalmente, en octubre de 2014, Mauro Martín y Maximiliano Mazzaro quedaron absueltos del crimen. Otro barrabrava, Daniel Wehbe, se mantuvo prófugo casi dos años hasta que se entregó en febrero pasado. Es el más complicado en la muerte de Ernesto Cirino, un vecino de Mataderos. Ahora está con procesamiento firme por homicidio simple.
A diferencia de aquella visita al penal de Ezeiza, en el hotel donde se concentra Boca fue al revés. Decenas de barrabravas, transformados en la guardia pretoriana de Di Zeo y Martín –el otro jefe de La Doce– visitaron al plantel y también mantuvieron un encuentro más reservado con Agustín Orion, Daniel “Cata” Díaz y Fernando Gago. El técnico Rodolfo Arruabarrena blanqueó lo que sucedió en la conferencia de prensa del último viernes: “Cuando me dijeron que había hinchas que querían hablar con nosotros, pensé que eran diez, pero cuando me encontré con treinta monos, entendí la intranquilidad de la seguridad. Querían hablar con el grupo y yo fui porque soy la cabeza del grupo”.
Telón rápido.
Las mediáticas fotografías tomadas a Marcos Rojo en el estadio Ciudad de La Plata junto a la barra brava de Estudiantes en el paraavalanchas de una tribuna, remiten a imágenes semejantes con otros futbolistas, en canchas y partidos diferentes. El caso de mayor repercusión tuvo a Fernando Cavenaghi como protagonista. Ocurrió el 21 de noviembre de 2004 durante un partido que River le ganó 3-0 a Independiente en el estadio Monumental. El delantero se subió al paraavalanchas –lugar que ningún hincha común osaría ocupar, bajo pena de ser arrojado por las escaleras de la tribuna– y compartió la victoria junto a los Borrachos del Tablón.
Ante la repercusión que tuvo el episodio declaró: “Siempre quise hacer algo así, pero como estaba adentro de la cancha no tenía la oportunidad. Debo aclarar que los hinchas no me invitaron a la tribuna; yo los llamé a ellos para que me llevaran con la barra”. Dijo también que “se portaron muy bien conmigo, me cuidaron y me hicieron disfrutar de una experiencia muy linda. Y encima hasta mi amigo Gastón (Fernández) hizo un gol”. Los Borrachos del Tablón lo habían llevado en andas entonando “el Cavegol, el Cavegol...”
En la cancha de Rosario Central, Luciano Figueroa y César El Chelito Delgado compartieron el paraavalanchas con Andrés “Pillín” Bracamonte, el jefe de la barra brava. Los lazos de este último con el narcotráfico en la ciudad más peligrosa de Argentina son vox populi. Durante un partido entre Central y Quilmes el año pasado, la bandeja alta del estadio de Arroyito lució una bandera que le rendía homenaje a Claudio “Pájaro” Cantero, el líder de la banda narco Los Monos, que fue asesinado el 26 de mayo de 2013 en Villa Gobernador Gálvez.
La vinculación del capomafia con Bracamonte excedía las pasiones futbolísticas. Cantero y su familia siempre se identificaron con Newell’s. La barra de Central colocó aquella bandera en la tribuna con los colores amarillo y azul. La afinidad pasaba por otro lado. Los Monos, como quedó reflejado en una causa judicial, manejaban los pases de varios jugadores. Angel Correa, ahora en el Atlético Madrid y antes en San Lorenzo, era uno de ellos.
Barrabravas de Central fueron precursores en este negocio cuando empezaron a representar o controlar los derechos económicos de pibes de las divisiones inferiores del club, hace más de diez años. El ex presidente, Horacio Usandizaga, los denunció. Son los mismos que en marzo del 2014 pintaron en un mensaje intimidatorio dirigido al plantel que conducía Miguel Angel Ru- sso: “Ganan o plomo” y “Balas sobran, huevo falta”. Como para que no quedaran dudas de que subir a un paraavalanchas o visitar una cárcel no le otorga inmunidad a ningún futbolista.
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