DEPORTES › OPINION
› Por Gustavo Veiga
Wembley, All Blacks, Pumas, 517 millones de dólares invertidos, un impacto económico global de 3 mil millones, 500 mil visitantes en Inglaterra, 2,4 millones de entradas vendidas, todo sumado y mezclado, arroja una descomunal demostración de poderío deportivo. El Mundial de Rugby que arranca hoy para la Selección argentina no fue organizado para ser uno más en la estadística: el octavo. Es más que eso: una plataforma para ganar nuevos mercados. En 2019 se disputará en Japón y quizá en Hong Kong y Singapur. El deporte de la ovalada crece, ya está en los Juegos Olímpicos de 2016 (en su modalidad de Seven) y va por más en el ranking de mega eventos a escala global.
La maquinaria mediática es clave también. Quedó reflejado en la ceremonia inaugural. La televisación llegará a 205 países, sumará 20 mil horas de transmisión y no dejará afuera de la grilla a ninguno de los 48 partidos del Mundial. En Sudamérica, donde el rugby es popular solo en la Argentina –y gracias a los picos de crecida que aportan Los Pumas– el torneo completo se verá en países sin tradición como Bolivia, Ecuador o incluso Brasil.
El nuevo Wembley, con capacidad para 90 mil personas, se paralizará para escuchar el haka neocelandés, ese ritual siempre bienvenido para el marketing de la ovalada. Pero es la casa del fútbol, y ya recibió las finales de los Juegos Olímpicos 2012, de la Champions en 2013 y hasta partidos de la NFL (fútbol americano made in USA). El Mundial de la International Rugby Board (IRB) será un mojón en el desarrollo de este deporte. Y tratará, además, de arrimarse al espacio prime time de la TV en varios países.
El espectáculo del rugby necesita un desarrollo simétrico del juego en una mayor cantidad de países. Argentina explica desde su ingreso al Rugby Championship esa lógica de crecimiento que se requiere. Si la periferia de las grandes potencias (Nueva Zelanda, Australia, Sudáfrica o incluso Inglaterra) no crece, la competencia se vuelve previsible, aburrida, con resultados que pueden ser una catástrofe para el que lo sufre. Un ejemplo: el 145 a 17 de los All Blacks sobre Japón en el Mundial del 95. Veinte años después, un resultado parecido en cualquier partido, no debe descartarse.
Tampoco Los Pumas pueden ser favoritos con semejante rival enfrente. Pero si son el fruto de una evolución sostenida. Ésa que por primera vez en ocho mundiales, les hace creer que jugar una final es posible. Se verá en la cancha.
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