DEPORTES › RECUPERARON LA PROPIEDAD QUE ARGENTINOS LE CEDIO A MARADONA EN EL 78
Está ubicada a cinco cuadras del estadio del club. Diego vivió allí antes de cumplir 18 años. La agrupación De Paternal Vengo la restauró para montar allí un museo sobre los inicios del Diez. Los fieles maradonianos tendrán un nuevo punto de encuentro.
› Por Gustavo Veiga
La casa está ubicada en Lascano 2257, barrio de La Paternal. A cinco cuadras del estadio de Argentinos Juniors y a casi tres del célebre hotel alojamiento Los Lirios. El 19 de octubre de 1978, su inquilino más célebre durmió en ella por primera vez. Estaba a punto de cumplir dieciocho años. Las fotografías de la época demuestran que algunas marcas de identidad de la vivienda siguen intactas. El frente, la puerta, hasta las baldosas oscuras dispuestas en forma de rombos sobre la vereda. También su interior, donde los muebles que usó son los mismos de ahora. La diferencia más notoria es que ahora tiene un cartel que tapa una ventana y no es de alquiler o de venta. Todo lo contrario. Dice: “Aquí vivió Diego Maradona” en letras blancas sobre fondo rojo. Y a la inversa, más abajo, se lee: “La agrupación De Paternal Vengo de Argentinos Juniors recuperó esta casa”.
El sábado pasado al mediodía se inauguró lo que será un museo en esa propiedad que el club le cedió al mejor futbolista de la historia. Un lugar al que se invita bajo la consigna de “revivir o conocer los inicios del mejor jugador del mundo”. Primero fue a todos los hinchas, socios y vecinos del club. Después será a quienes, sin serlo, quieran recuperar una parte de la vida de Diego, en su camino de cebollita a transformarse en el apellido más pronunciado del fútbol mundial durante las décadas del 70, 80 y 90. Idolo de masas, genio venerado, díscolo incorregible y refutador empecinado de los avinagrados señores de la FIFA que hoy se caen a pedazos.
La información que detalla la reapertura del antiguo hogar del diez dice que “tras años de esfuerzo se logró recuperar y restaurar la casa...” La compró en su momento el abogado y profesor titular de la cátedra Daños en el deporte, de la Facultad de Derecho de la UBA, Alberto Pérez. Un ex dirigente del club durante varios períodos, ahora candidato a presidente y adversario político de Luis Segura, el ex mandamás de Argentinos Juniors que el 3 de diciembre irá por el sillón que ocupó Julio Grondona en la AFA durante 36 años.
Las fotos de una nota publicada en el Diario Popular el 19 de noviembre de 1978, muestran a Diego ingresando a Lascano 2257. La felicidad de la mirada se le confunde con su cabellera ensortijada, renegrida. Llave en mano, posa para el reportero gráfico. En otra imagen aparecen junto a Maradona tres personas que ya no están en este mundo. Sus padres, don Diego y doña Tota, más el ex presidente del club de aquella época: el suboficial del ejército Próspero Cónsoli. Un hombre que no hacía nada en la institución sin la venia del genocida Carlos Suárez Mason. El jovencísimo Maradona sonríe con ellos y mira cómo el dirigente extiende su mano derecha con la llave que hace recordar a otras llaves con las que un programa de TV les hacía ganar una vivienda a sus participantes.
Pero lo que más llama la atención en la casa es una estatua de Diego. Está hecha a escala natural. Su pie izquierdo se ve apoyado sobre una pelota que semeja un mapamundi donde La Paternal tiene ubicación preferencial. La obra fue descubierta por el ex jugador Jorge Olguín, campeón mundial de 1978 y ex futbolista de Argentinos Juniors. Junto a él estaba Alberto Leone, un socio vitalicio de 90 años.
Diego había debutado en Primera casi exactamente dos años antes de aquella primera noche en la casa de Lascano: el 20 de octubre del 76, con quince años y el desparpajo con que ya entretenía al público haciendo malabares con la pelota en los entretiempos de los partidos. Hoy, con muchos kilos de más y a los 55 años recién cumplidos, no perdió la sensibilidad de su pie izquierdo para domesticar una naranja o una pelotita de tenis.
Vivió hasta fines de 1980 en la casa-museo que se convertirá en un lugar de procesión para los fieles maradonianos. Al año siguiente, lo vendieron a Boca. Los dirigentes de Argentinos Juniors habían conseguido retenerlo casi cuatro años gracias a los fondos de dos empresas estatales: YPF y Austral. Incluso, en 1979, Diego aprovechó un régimen especial mientras cumplía la colimba que le permitió ausentarse de los cuarteles cada vez que el fútbol lo requería. Ese año salió campeón mundial juvenil en Japón. Y seguía posando para las fotos sentado en el umbral de esa casa recuperada para atesorar la identidad futbolera de un pueblo, un barrio, ese barrio que siguió en su derrotero al suburbio de Villa Fiorito.
Pérez dice que se identifica como historiador porteño. Recuerda que en 2004, con el aniversario del centenario del club y de La Paternal, y por iniciativa de su esposa Liliana, “un grupo de amigos e hinchas conformamos la Junta de Estudios Históricos de La Paternal y Villa General Mitre”. En paralelo, siguió acunando el sueño de abrir algún día la casa de Diego.
En la institución, Hinchas de Argentinos Juniors por la Memoria y la Comisión por la Memoria y la Justicia de La Paternal y Villa Mitre tampoco olvidan a los siete hinchas detenidos-desaparecidos que tiene el club, entre ellos, al cineasta Raymundo Gleyzer o al maestro Américo Marchetti.
El ejercicio evocativo es una apuesta al futuro para que las generaciones por venir sepan de qué se trató el pasado. Todo tiene que ver con todo. Diego debutó en Primera durante el año en que la dictadura cívico militar inauguró formalmente la represión ilegal que ya había instalado la Triple A. Era todavía un adolescente. Pasaron casi cuarenta años de los dos hechos. Una casa-museo no huele a naftalina, recién abierta huele a nuevo aunque conserve objetos viejos. Y menos aún si ahí vivió Maradona, donde –se espera– su leyenda siga vigente para siempre.
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