Mié 11.11.2015

DEPORTES  › OPINION

Todos en el mismo lodo

› Por Adrián De Benedictis

Las imágenes tristes y escandalosas que otorgó el fútbol argentino en los últimos siete días, con arbitrajes cuestionados y desarrollo sospechoso de partidos, invitan a creer aún más en la falta de transparencia y credibilidad en la cual está sumergido el sistema. A pesar de que Julio Grondona ya no esté al frente de la AFA, la luz sigue sin aparecer en los escritorios de la máxima entidad. El entramado puede analizarse desde el plano político directamente, con las elecciones presidenciales del próximo 3 de diciembre como fin, en donde se disputarán el trono mayor Luis Segura y Marcelo Tinelli. Los 75 asambleístas con derecho a voto decidirán esa fecha hacia qué lugar se dirigirá la actividad.

Boca se consagró campeón dos veces en apenas cuatro días, algo que era determinante para que su presidente, Daniel Angelici, pudiera aspirar a la reelección en la entidad, después de cuatro años con sólo una Copa Argentina (2012) como máximo logro. Angelici ya reconoció que Boca le dará su voto a Segura en el predio de Ezeiza, y Segura necesitaba que Angelici pudiera cerrar con éxitos deportivos este 2015, lo que le aseguraba no sólo el respaldo de un club como Boca, sino también los votos que puedan encolumnarse detrás de esa institución. Las elecciones en Boca serán tres días más tarde que las de la AFA. Con otro presidente y otro asambleísta, quizá Segura no contaría con semejante aliado.

Más allá de los errores que puede tener un árbitro, la actuación de Diego Ceballos en Córdoba no evitó que las dudas envolvieran la consagración del conjunto de Rodolfo Arruabarrena en esta edición de la Copa Argentina. Segura estuvo presenciando la final ante Central –votará a favor de Tinelli–, y con los hechos durante el juego salió enseguida a aclarar que nunca más iba a observar un duelo decisivo entre dos argentinos. Como para mostrar reacción, Ceballos fue bajado de rango y dejó de ser internacional.

Pero cuando la expansión de la polémica en el estadio Mario Kempes estaba comenzando a disuadirse, el lunes volvió a aparecer otra definición grotesca, en este caso, para resolver un descenso a la Primera B Nacional. Chicago era el que necesitaba algo similar a un milagro para quedarse en Primera, después de una campaña muy pobre, pero sus triunfos en las últimas cinco fechas alimentaron la ilusión. A los otros involucrados, Huracán y Temperley, les alcanzaba con no perder para sostener su lugar entre los 30, mientras que sus rivales, Belgrano y Argentinos, no necesitaban los tres puntos para clasificar a las distintas liguillas. Y lo que ofrecieron desde el campo de juego fue demasiado evidente para entender que el bienestar de ellos dos no pasaba por conseguir la victoria.

Desde afuera de la cancha todo continúa empantanado, como generalmente ocurrió, y lo más lamentable es que el juego volvió a corroerse por cuestiones que nada tienen que ver con él.

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