DEPORTES › OPINIóN
› Por Gustavo Veiga
El Gobierno comenzó a tomar medidas en la llamada seguridad deportiva. La ministra del área, Patricia Bullrich, designó a Guillermo Madero, un politólogo también diplomado en Seguridad y Defensa. Su antecedente más reciente en la función pública es que pasó por la Dirección General de Políticas de Seguridad Ciudadana porteña. Seguridad, seguridad y más seguridad en la dialéctica voluntarista de ir con todo contra la violencia de las barras bravas y los prósperos negociados que ella genera.
Ahora bien, ¿quién es Madero, casi un desconocido para el mundo del fútbol? A juzgar por lo que sostuvo en sus intervenciones como funcionario, parece un rara avis en el contexto político de mano dura que asumirá el cargo. Unas declaraciones que hizo en abril de este año en la ciudad de Junín están llenas de buenas intenciones: “Es fundamental trabajar desde lo social”, “hay que dejar de fabricar delincuentes y empezar a darles proyectos de vida”. Y la más antirrepresiva de todas sobre los jóvenes que delinquen: “Si seguimos así vamos a pedir que vayan con pañales a la cárcel, hay que parar con eso”.
Madero, como Juan Manuel Lugones, el dirigente del GEN de Margarita Stolbizer que asumió en la Aprevide bonaerense (Agencia de Prevención de Violencia en el Deporte) a priori parece un cuerpo extraño en el entramado de seguridad del nuevo gobierno. El abogado Lugones es coordinador de la ONG Fútbol en Paz, defensor de familiares de las víctimas y un crítico consecuente de las políticas contra la violencia que se habían aplicado hasta ahora. Una vez designado por la gobernadora bonaerense, María Eugenia Vidal, afirmó: “No voy a permitir que un jefe negocie con La Doce o tome mate con Bebote Alvarez cuidándolo todo el día”.
Los nombramientos de Madero y, sobre todo de Lugones, permiten suponer que van en la línea de confrontación con las mafias del fútbol. Pero sería una ingenuidad soslayar lo desalentadores que son los antecedentes en la seguridad deportiva, cualquiera fuere el gobierno. Todos fracasaron en el tema. Y como muestra basta un botón. El ex árbitro Javier Castrilli fue funcionario del gobernador bonaerense Carlos Ruckauf, acompañó a Gustavo Beliz en la primera etapa del gobierno de Néstor Kirchner, militó con Francisco de Narváez, se presentó como candidato a jefe de Gobierno porteño por su propio partido en 2011 y por último se sumó al PRO. Siempre cabalgó con el caballito de batalla de la seguridad deportiva. Y aunque cambió de monta varias veces, nunca llegó demasiado lejos.
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