DEPORTES › OPINIóN
› Por Adrián De Benedictis
La Selección Argentina se prepara para afrontar mañana un partido complicado ante Chile, en Santiago, mientras se desarrollan episodios curiosos en la intimidad del plantel. Ezequiel Lavezzi, quien pasó del Paris Saint-Germain francés al Hebei Fortune chino, reconoció que llamó al entrenador Gerardo Martino para decirle que estaba a su disposición para “seguir junto a un grupo que merece estar unido”. El delantero decidió pasar a esa liga únicamente por una cuestión económica, y quizá por el temor a quedar olvidado por desempeñarse en un torneo con menor competitividad, resolvió comunicarse con el conductor para remarcarle que pretende “seguir en el seleccionado”.
El caso de Lavezzi es llamativo. Los jugadores que se atreven a pedirle a un entrenador que no deje de convocarlo a un seleccionado son pocos. Y mucho menos a uno como el argentino, entre los más reconocidos del mundo. Cuando Daniel Passarella asumió como técnico de la Selección, luego del Mundial de Estados Unidos 94, se cerró el ciclo de muchos hombres históricos como, por ejemplo, Oscar Ruggeri. Por esos días, el ex defensor tuvo la osadía de decir que si no lo citaban, se subía a su camioneta y pasaba “el alambrado de Ezeiza por arriba para entrar al predio”, al darse cuenta de que su período había finalizado. Más allá de que con el tiempo aclaró que lo había dicho “en broma”, nadie dudaba de la personalidad y los pergaminos con los que contaba para decirlo.
Ruggeri obtuvo una Copa del Mundo (86), dos Copa América (91-93), una Copa FIFA Confederaciones (92) y un subcampeonato del Mundo (90) y fue un referente ineludible en su paso por la Selección, entre 1983 y 1994, con 97 presencias. Además de logros personales como el premio Don Balón en 1989 y el de mejor futbolista argentino y sudamericano en 1991, entre otros.
Lavezzi terminó jugando el Mundial de Brasil más por pedido de sus propios compañeros que por convencimiento de Alejandro Sabella, a partir de un supuesto hecho de indisciplina en la concentración de Ezeiza. Y sorpresivamente, Lavezzi terminó siendo titular y parte fundamental del equipo que llegó a la final en Río de Janeiro. Para que eso suceda, cuentan que la intervención de Lionel Messi fue determinante. Algo que no pudo hacer por Ever Banega, desafectado en el último corte antes del viaje a Brasil.
Martino tendrá argumentos futbolísticos para seguir contando con Lavezzi, aunque no se conozca mucho de su nivel verdadero en la Super Liga China. Y no sólo por su simpatía y ser pieza fundamental del “grupo”.
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