Vie 25.03.2016

DEPORTES  › FUTBOL EL GENIAL JOHAN CRUYFF MURIó AYER A LOS 68 AñOS

El revolucionario de la pelota

El holandés marcó un hito en la historia de este deporte, a partir de un concepto muy particular de desarrollar el juego. “Jugar al fútbol es sencillo, pero jugar un fútbol sencillo es la cosa más difícil que hay”, fue una de sus grandes frases.

El fútbol sigue llorando. Cuando el impacto por la pérdida de Roberto Perfumo todavía no se superaba, en la mañana de ayer se conoció la novedad de la desaparición del genial Johan Cruyff. El holandés, uno de los cinco mejores jugadores de la historia, falleció a los 68 años, víctima de un cáncer de pulmón. La palabra clave que identifica la línea futbolística de Cruyff es revolución. Revolucionario como jugador, revolucionario como entrenador. El fue también revolucionario como hombre de ideas, que dejó un legado no sólo en el Ajax campeón de Europa e Intercontinental en los albores de los ‘70, sino también en la ‘Naranja Mecánica’ de 1974, equipo que desmitificó esa frase que Carlos Bilardo enarboló tiempo después: “De los segundos no se acuerda nadie”.

Cruyff es considerado, tal vez, el mejor europeo de todos los tiempos. Sabio dentro y fuera de la cancha para erigirse en el precursor del “futbolista de dos áreas”, tal como se los conoce hoy a los jugadores que intervienen y asumen preponderancia en ambos extremos de la cancha.

En Ajax, con apenas 17 años, Cruyff dio los primeros pasos de una trayectoria repleta de gloria. Con la modesta institución de Amsterdam, el centrocampista-delantero-defensor (porque Cruyff lo fue todo, a su justa medida) ganó seis Ligas, cuatro Copas, tres Copas de Europa, una Copa Intercontinental (derrotó a Independiente en la final de 1972), y una Supercopa Europea.

A mediados de 1973, ese Flaco desgarbado y de pelo largo que ya empezaba a inmortalizar la camiseta con el número 14 en la espalda, dio un paso fundamental en su carrera: se unió al Barcelona, institución a la que cambió por completo. La estirpe catalana, la de esa escuela distinguida como ‘barcelonismo’, establece que el arribo de Cruyff “hizo del Barça, otro Barça”. Para muchos, el holandés transformó a la entidad blaugrana como “la mejor del mundo”.

En su ciclo de jugador, la máxima proeza de ese Barcelona campeón de Liga en la ‘73-’74 se dio con un 5-0 pletórico en el Santiago Bernabeu, ante un Real Madrid que terminó rendido a los pies de un fútbol excelso. Por esos días también, Cruyff fue el engranaje más distinguido de esa pieza de colección en la que se erigió el seleccionado de Holanda, subcampeón del mundo en Alemania 1974.

Ese equipo de Fútbol total que condujo Rinus Michels lo tuvo al número 14 como abanderado principal, con esa premisa de convertirse en jugador decisivo en los distintos sectores del campo. Alcanza con revisar los videos y observar cómo él arrancó de líbero la maniobra que desembocó en la infracción-penal de Berti Vogts, cuando no se llevaban cumplidos ni dos minutos de la final con el seleccionado alemán, en Munich.

Si ya era bueno lo que había hecho con Barcelona como futbolista, Cruyff sentó como técnico las bases para que el Camp Nou disfrutara de sus equipos como si fuese al teatro, para aplaudir de pie a los protagonistas. Cuando asumió el cargo como entrenador, en 1988, y llamado por el cuestionado presidente de ese entonces, José Luis Núñez, el fútbol español se empecinaba en mostrar tácticas que incluían a líberos, carrileros y atacantes que se movieran por el frente de ataque.

“Jugar al fútbol es sencillo, pero jugar un fútbol sencillo es la cosa más difícil que hay”, resultó una de las frases de cabecera que enarboló este fumador empedernido, que consiguió la Recopa de Europa en su primera temporada y la Copa del Rey en la segunda.

El espaldarazo a un estilo vertical (4-3-3), con extremos “pistoneando” por las bandas, se lo otorgó la obtención del título de la Copa de Europa ‘91-’92, en el mítico estadio de Wembley, con la Sampdoria italiana como rival. Un tiro libre ejecutado por su compatriota Ronald Koeman, en tiempo adicional, diseñó el primer eslabón de una cadena de éxitos.

La conquista de cuatro ligas locales consecutivas (1990-91; 1991-92; 1992-93 y 1993-94) marcaron el pulso de un Barcelona dominante por esos años hasta su salida, en la de 1995-96, tras una fuerte discusión que mantuvo con el entonces vicepresidente Joan Gamper. Sus continuadores en el banco, como Frank Rijkaard, el laureado Pep Guardiola o el actual Luis Enrique no hicieron otra cosa que no traicionar esas ideas futbolísticas y profundizar la tan mentada revolución.

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