DEPORTES
› OPINION
Explicar las cuadrículas
Por Diego Bonadeo
Lejos de las expectativas que quedaron tras los partidos de la primera rueda con Colombia y Ecuador, y más cerca de la intrascendencia de la presentación y del primer partido de la fase final y contra Brasil el miércoles, el Sub-23 de la Selección Argentina ganó en menos de un cuarto de hora un partido que los paraguayos le complicaron desde el arranque mismo del encuentro.
Era difícil entender cómo podía ser que un equipo con juveniles mayoritariamente capaces no encontraba la manera de marcar diferencias. Es cierto que algo parecido pasó con el seleccionado brasileño, en gran parte de esta eliminatoria preolímpica. Y las diferencias pasan por la consistencia del juego y no por la circunstancia del resultado. Porque esta vez no se dio –salvo contra Colombia y contra Ecuador– que los jugadores diferentes hicieran que los resultados fuesen favorables.
Desde varios meses a esta parte, uno de los temas alrededor de las selecciones a cargo de Bielsa es el de lo que el técnico llama las “cuadrículas”. Es un poco lo de dividir el terreno de juego en sectores –algo parecido a lo que en los últimos meses también decidió la provincia de Buenos Aires para sus fuerzas de seguridad para la prevención de delitos–. Pero con esto en nada puede compararse a Bielsa técnico de fútbol, equivocado o no, con la metodología de la “bonaerense” y adecuar los jugadores a la ocupación de esos cuadriláteros.
Cuando Paraguay ganaba 1-0, los ingresos de Luciano Figueroa y Mauro Rosales –dos delanteros netos– por Lucho González y Clemente Rodríguez –un lanzador y un defensor con más o menos llegada– terminó con la paparruchada de las cuadrículas y empezó con la efímera cuota de fútbol que le dio el 2-1 final a la Selección nacional.
Enseguida, en lugar de ir por más, aunque fuera por las dudas, la salida de Carlos Tevez –desconocido en todo el torneo, pero delantero al fin– reemplazado por Pablo Jerez –defensor– mostró a las claras que volvían las paparruchadas, y que la abundancia circunstancial de atacantes –lo que nunca debe considerarse excesiva– había sido solamente una cuestión de fuerza mayor.
Sólo faltaría que el entrenador de la Selección explique lo de las cuadrículas, durante esos quince minutos de “fútbol-alegría”.