DEPORTES › OPINIóN
› Por Gustavo Veiga
Imbéciles por deporte hay en todos lados. En el rugby, fútbol, básquetbol, tenis, boxeo, automovilismo. Cualquier actividad humana no está exenta de sufrirlos. Hablamos de una condición de la imbecilidad que es la imbecilidad moral. El caso del rugbier de San Cirano que empujó a un indigente por la calle hasta arrojarlo al piso –en rigor hubo otros dos partícipes necesarios– reactivó el debate sobre qué se hace ante actitudes semejantes. Es ahí donde hay que poner la mirada.
El club tomó una decisión que explicó Diego Conde, el responsable de la subcomisión de rugby: “los suspendimos de toda actividad social y deportiva del club de por vida. Además, deberán hacer trabajo comunitario en organizaciones que trabajan con el club”. También agregó que el hecho había ocurrido hacía un año pero se divulgó recién ahora.
Tres jóvenes cometieron la bajeza. Julián Cirigliano, el que dio el empujón por la espalda y único identificado, el que filmó la escena que dura 8 segundos y el conductor del auto donde escaparon. El video se vio en Internet casi 4.700.000 veces. En defensa del rugby debe decirse que suele tener reflejos y actúa rápido. Este tipo de conductas, afuera o adentro de una cancha, son penalizadas con dureza. Como corresponde. Lo prueba el antecedente más reciente.
Ocurrió el 2 de abril de este año. Cipriano Martínez, quien jugaba de pilar en la intermedia de Pucará, le pegó una patada en la cabeza al segunda línea de San Albano, Juan Masi. De movida el club del agresor anunció que lo suspendería de por vida. Cuando se conoció el fallo definitivo de la URBA (Unión de Rugby de Buenos Aires) la duración del castigo se contó en semanas: 1508 o 29 años.
El ataque contra el indigente en Villa Madero hizo recrudecer un debate de vieja data en el rugby. Hablaron desde Agustín Pichot, ex Puma y actual vicepresidente de la World Rugby hasta Marcelo Loffreda, ex entrenador de la selección nacional. El primero dijo: “Si una persona es violenta en la calle es parte de la sociedad. No tiene que ver sólo con el rugby”. Criticó a Cirigliano aunque agregó que la sanción de por vida “es demasiado”. Loffreda afirmó que “fue un desastre” lo que pasó y respaldó el castigo.
El rugby no debe ser estigmatizado por la imbecilidad que cometió un jugador. ¿Qué quedaría para el fútbol si se procediera así? Gastón Sessa, el experimentado arquero de tantos equipos, tomó del cuello al árbitro Julio Barraza esta semana en un partido de Primera B. Y lejos de arrepentirse por lo que ocurrió, la siguió contra el juez en los medios. El artículo 25 del reglamento del rugby fija una pena de 5 años a perpetuidad por la misma falta que cometió el uno. El del fútbol en su artículo 183 tiene como castigo máximo el mínimo que aplica el rugby. Saque sus conclusiones.
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