DEPORTES
› OPINION
Disfrutar sin medir
› Por Diego Bonadeo
Argentina venía de ganar el Mundial de México en 1986, y cierto tradicionalismo estadístico insistía en la necesidad casi imperiosa de revalidar títulos en la Copa América de 1987. Fue la que se jugó en nuestro país, en la que Bilardo se resistía a incluir a Claudio Caniggia entre los titulares por su pelo largo, por lo que habitualmente lo reemplazaba Roque Alfaro.
Fue la que llevó a las semifinales a Uruguay, Chile, Colombia y Argentina. Fue en la que Brasil quedó afuera de las finales y de las semi, contra casi todo pronóstico. Fue en la que Colombia, tras el Mundial de Chile en 1962 dirigida en aquel momento por Adolfo Pedernera, volvió a mostrarse como un equipo diferente aunque no necesariamente ganador, para escozor del tacticismo resultadista. En ese campeonato, el gran placer pasó por Higuita, Rincón, el Pibe Valderrama y asociados. Aunque no hayan ganado el torneo. Ahora, en estos días, diecisiete años después y a los cuarenta y dos, Valderrama se despidió del fútbol activo, rodeado de sus “cómplices” de todo el mundo en la cancha y de sus “cómplices” colombianos en las tribunas del estadio de Barranquilla.
Fue un homenaje al fútbol, tanto al Pibe, tan de todos nosotros -Valderrama–, como a aquellos que hicieron, hacen y, pese a “ellos”, harán del fútbol, eso que se disfruta sin medir, remedando a Joan Manuel Serrat.