DEPORTES
La vieja magia negra del boxeo cumple cuarenta años
Hace cuatro décadas, Cassius Clay se convertía en campeón mundial de los pesados al noquear a Sonny Liston, justo un día antes de cambiarse su nombre por el de Muhammad Alí.
Por Daniel Guiñazú
La vieja magia negra cumple 40 años. Una noche como la de hoy, un 25 de febrero de 1964 en el Convention Center de Miami Beach, Cassius Marcellus Clay, 24 horas más tarde Muhammad Alí, ganaba por primera vez el título mundial de los pesados y empezaba a darle forma a una leyenda del boxeo mundial que sigue conservando intacta su vigencia y su misterio. Bailando como una mariposa y picando como una avispa, hace hoy cuatro décadas, Alí humillaba a Sonny Liston, lo derrotaba por abandono al comienzo del 7º round y le gritaba al mundo en la cara que era el más lindo, el mejor, el más grande.
En ese 1964, los Estados Unidos eran una caldera. Martin Lu-ther King le decía a la nación que tenía un sueño, y millones de negros luchaban día a día en la calle por la igualdad de derechos con los blancos. Clay era sensible a ese proceso, pero no podía hacer pública su adhesión: le habían prometido la pelea por el título ante Liston y sabía que cualquier pretexto podía ser usado para cancelarla. Por eso, se concentró en el combate con dos objetivos: llegar en la mejor condición física posible y provocar a Liston, sacarlo de quicio, volverlo loco.
Hizo de todo: le dijo que era un “oso feo y viejo” y utilizó cada reportaje de televisión para hacerle poemas en los que anticipaba el round en el que iba a ganarle. Una noche, Clay se atrevió a ir a la puerta de la casa de Liston con un ómnibus y con un altoparlante, le espetó que era un miedoso y le arrojó trampas para cazar osos en el jardín. Liston, un ex presidiario de vida turbulenta, al que se le temía arriba y abajo de los rings y que peleaba con guantes hechos a medida de tan grandes que tenía las manos, salió armado a la puerta. Su mujer, a los gritos, lo convenció de que no disparara.
El show promocional de Clay siguió en el pesaje. Cuando lo vio a Liston, se excitó de tal manera que no hubo forma de contenerlo. Gritó, gesticuló, hicieron falta varios pares de brazos para contenerlo. Estaba tan fuera de sí que el médico de la Comisión del estado de Florida dio una orden: si no se serenaba en cinco minutos, iba a ordenar la suspensión de la pelea. Clay le hizo caso. Pero la cara de Liston, que había ganado 35 de sus 36 peleas, 24 de ellas por nocaut y que hacía la segunda defensa de su título, no le anticipaba nada bueno sobre el ring. El odio parecía tallado en su alma.
Sin embargo, la noche de la pelea fue Clay quien dominó. Primero con la mente y recién después con su cuerpo. Liston hizo todo lo posible para conectar su mortal zurda en gancho o cross. Pero las piernas superveloces y el talento de Clay lo dejaban siempre lejos. Hubo un momento de zozobra, allá por el 4º y el 5º round, cuando Clay perdió la visión, irritada por una sustancia cáustica que, supuestamente, Liston había impregnado en sus guantes y en sus hombros. Pero Angelo Dundee, el mítico entrenador, se movió rápido: le lavó la cara con una esponja y una toalla, dijo que se le había roto un guante y así consiguió el tiempo imprescindible para que Clay se recuperase.
Al término del 6º round, con los dos ojos semicerrados por los jabs de izquierda de Clay y con un mensaje de derrota escrito en cada célula de su cuerpo, Liston se quedó sentado en su rincón y se fue de la pelea. Acusó una lesión en un hombro. La verdad es que no quiso que lo siguieran humillando. Cuando la televisión lo fue a entrevistar, Clay ululó. Dijo en estado de éxtasis: “I shook up the world, I shook up the world, I’m the king of the world” (“Estremecí al mundo, estremecí al mundo, soy el rey del mundo”). Y era cierto. A los 24 años, el bocón de Louisville era el nuevo campeón mundial de los pesados. Había cumplido con su promesa: había destruido a un indestructible.
Pero no fue ése el único asombro que Clay le tenía preparado al planeta. El día después, con el cinturón de campeón sosteniéndole los pantalones, anunció que, a instancias de Malcolm X, el líder de los musulmanes negros, se había convertido al islamismo y que su nuevo nombre era Muhammad Alí.Con ese nombre, 15 meses más tarde, noqueó a Liston en un round en Lewiston, Maine. Con ese nombre, y con el correr del tiempo, ganó otras dos veces el título de los pesados. Con ese nombre fue genio y figura, hizo historia, fue ídolo en todo el mundo. Con ese nombre, desde hace 40 años, es y será por siempre, el Más Grande.