Jue 26.02.2004

DEPORTES  › OPINION

Ni con la luz apagada

› Por Diego Bonadeo

Emparentada absurda y arbitrariamente con las disposiciones tendientes a limitar la venta de alcohol en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, lo que a todas luces parece, por lo menos, razonable, independientemente de los errores de procedimiento que al respecto puedan cometerse, el legislador
capitalino Jorge Enríquez, ex sedicente radical y en los últimos tiempos adscripto al macrismo, denunció el domingo que en la cancha de River, previo al partido entre los locales y Estudiantes de La Plata, el técnico Carlos Salvador Bilardo se había instalado en el borde de la cancha con una silla, una mesa y una botella de champán.
Es irrelevante si el contenido del envase tenía espumante alcohólico o, como aseguró Bilardo, una gaseosa con gusto a manzana mezclada con agua, lo que garantiza con cierta fehaciencia que el bilardismo es abstemio –o por lo menos ése es su mensaje–, asceta y varias otras acepciones prefijadas con la vocal “a”, lo que inexorablemente lo conduce, entre otras limitaciones, a hacer el amor con la luz apagada.
Esta patética comedia de enredos no hubiera sido tal sino seguramente otra, con argumento diferente, de no mediar la denuncia de Enríquez, y la cosa se hubiera limitado a un declamado –ciertamente por casi nadie creído– acto de contrición del técnico (al que nunca se le llevó a laboratorio el contenido del bidón que el brasileño Branco probó durante el Mundial de 1990), de acuerdo al cual ahora decidió optar “por divertirse y no sufrir” y adscribir al “fútbol champagne”.
Mientras tanto, reconoce casi con jactancia que hace quince días que no va a su casa, porque está en la concentración de Estudiantes. Ni siquiera con la luz apagada...

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