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› CUANDO EL VOLANTE TUVO
COMPAÑIA, ARGENTINA MEJORO Y GANO EN CASABLANCA
Tocala de nuevo Román, pide D'Alessandro
Con el ingreso de Riquelme en el complemento, la sociedad con el ex River le cambió la cara al equipo nacional, que de esa manera justificó en el juego la ventaja en el marcador, anotada por Cristian González. El partido le sirvió a Bielsa como ensayo para jugar con Brasil.
Alguna vez, cuando apenas había asumido su cargo como entrenador de la Selección, allá lejos y hace mucho, Alfio Basile deslizó en estas páginas lo que parecía ser su credo. “La Selección –opinaba el Coco– tiene que defender su prestigio hasta en los amistosos.” No puede negarse que Marcelo Bielsa retoma, a su estilo, esa consigna. Porque aunque el partido de ayer ante Marruecos en Casablanca haya pasado por un ensayo para el verdadero compromiso que se acerca, frente a Brasil, campeón del mundo, el 2 de junio en el Mineirao, lo que en definitiva resumió esa idea laboratorista fue la decisión de ganar el partido jugándolo bien. Y por eso, esa idea fantaseada en el arranque de la semana, esa de juntar a D’Alessandro y Riquelme en el medio, esa que parecía demasiado buena para ser real terminó salvando el papel del equipo argentino.
Riquelme no estuvo desde el arranque, porque Bielsa prefirió respaldar a D’Alessandro, que tiene más partidos en esta Selección que el volante del Villarreal, y en cambio probar a Solari, retrasando a González para hacerlo jugar a la Sorín. Ese sistema duró 45 minutos, un tiempo que fue tedioso, porque D’Alessandro no logró producir un aceptable diálogo futbolístico con sus presuntos interlocutores, ni doblegar la maraña defensiva que proponían los marroquíes, de buen trato con la pelota pero ingenuos y casi temerosos. Un zurdazo de Samuel y un tiro libre del propio D’Alessandro fueron lo poco que generó en ofensiva el conjunto argentino.
No tenía nada que perder Bielsa con el cambio y, como quedó demostrado, un partido para ganar. Se trataba de sostener el prestigio, el mismo que llevó a los marroquíes a pagar 900 mil dólares por el protagonismo de la Selección. Con Riquelme a su lado, D’Alessandro tomó más confianza: se evidenció primero en el recurrente toque corto y después en la gambeta. El equipo pareció contagiarse, resignando en gran medida la horizontalidad y manejando la pelota, una tarea que, en la primera parte, había compartido con el equipo local.
La Argentina mejoraba lentamente, pero denotaba su superioridad acercándose más y mejor al arco local, como lo probó el remate de Crespo que se fue muy cerquita del palo izquierdo, y desatando una presión casi insoportable sobre la salida de Marruecos, al punto que en una pelota que robó el delantero del Chelsea en tres cuartos de cancha nació el único gol del partido. Crespo encaró hacia el área, dudó en tirar el centro, finalmente remató al cuerpo del arquero Lamyaghri. El rebote salió hacia el segundo palo, por donde entraba, a su usanza, el Kili González, que no perdonó.
La última media hora encontró a un equipo sólido desde el fondo, bien conducido en la mitad del campo, asfixiante en tres cuartos de la cancha. Riquelme pudo aumentar con un bombazo desde afuera del área y con un quiebre de cintura entre los dos zagueros que no pudo rematar, D’Alessandro la pisaba y hacía jugar, hubo toque y cambios de frente que generaron algún aplauso. Para entonces, el prestigio estaba a salvo.
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