DEPORTES
› OPINION
Festejo de los excluidos
› Por Diego Bonadeo
La opresión se remonta a siglos. La apertura, a un par de décadas. Millones de zulúes, bantúes, mestizos, mulatos, en fin, “no blancos”, sufrieron sojuzgamientos, persecuciones, ninguneos y muertes durante muchísimos años en lo que la amañada historia oficial respecto de Sudáfrica entendió como persecución racial, cuando en realidad debió entenderse como persecución económica.
De no ser así –económica y no racial–, mal podrá entenderse que hasta hace algunas décadas los japoneses eran tratados como iguales y no los chinos.
Sería ocioso detenerse en tantos detalles más, aunque el de la televisión en colores merece un párrafo aparte. Durante muchísimo tiempo, Sudáfrica tuvo solamente televisión en blanco y negro para consumo doméstico, pese a estar tecnológicamente en condiciones de acceder al color, en un perverso mensaje para las mayorías excluidas. Que sepan que las cosas y las gentes o son blancas o son negras.
Y ahora Sudáfrica tendrá su Mundial de fútbol, aun siendo un país rugbísticamente dependiente en términos deportivos.
La estoica resistencia de la enorme mayoría del pueblo sudafricano, con Nelson Mandela como símbolo, cambió la historia y le torció el brazo al energumenismo blanco, cuyas caras más monstruosas eran “boers”. Difícilmente podría haber tenido Africa del Sur su Mundial de fútbol treinta o cuarenta años atrás.
La necesidad de la FIFA de quedar bien con los votos del continente negro hizo posible que los excluidos de siglos festejaran la designación desde Ciudad del Cabo hasta Transvaal.