Mar 28.12.2004

DEPORTES  › OPINION

El ejemplo de Ronaldinho

Por Daniel Guiñazú

Da gusto leerlo a Ronaldinho. El reportaje que el diario El País de España le hizo al astro y que Página/12 reprodujo el domingo pasado es un acto de amor al fútbol y una de las razones de por qué el brasileño fue elegido por la FIFA como el mejor jugador de 2004. En la entrevista, Ronaldinho explica que se entrena en lo físico y en lo técnico, cada día, en la cancha y en su hogar. Y que una de las formas de ese entrenamiento es ver la mayor cantidad de fútbol posible. “Miro cualquier partido de la liga alemana, de la inglesa, de la argentina o de la brasileña. Siempre hay un futbolista que hace una jugada diferente (...) A partir de ahí, te das cuenta de qué cosas no tienes y que puedes aprender en las prácticas”, dice a cuenta de su habilidad de malabarista.
Esa es la clave: ver y repetir cada gesto técnico una y otra vez hasta convertirlo en algo natural, instintivo. Pero antes que nada, ver. Ronaldinho invierte su tiempo, no lo pierde cuando se pasa horas y horas delante de la televisión disfrutando del fútbol de todo el mundo, tratando de copiar a los muy buenos aunque él sea el mejor de todos. Los jugadores argentinos están orgullosos de hacer lo contrario. No son pocos los técnicos que se quejan de lo poco que hablan de fútbol sus dirigidos en la semana y de lo nada que miran. A muchos les llama la atención lo rápido que se van de los entrenamientos de la semana, y que en las concentraciones, en lugar de prenderse a las pantallas para ver los encuentros de Inglaterra o España, o los adelantos del campeonato que ellos mismos disputan, los futbolistas argentinos matan el tedio de los sábados con interminables partidos de Play Station, agotadoras navegaciones por Internet o maratónicas charlas telefónicas con sus novias y/o representantes, mientras la pelota rueda por todos lados. “A mí me gusta jugar al fútbol, no mirarlo”, dicen estos jóvenes muchachos como si el gusto por el juego se les hubiera enfriado de golpe.
Quizás en este desamor se encuentre una de las claves de por qué la calidad del fútbol argentino viene cayendo en picada. Quienes no quieren lo que hacen no pueden hacer bien su trabajo. Y algunos jugadores parecen más interesados en su exposición mediática y en prestarle atención al ronroneo de los empresarios que en jugar cada día un poco mejor. Creen que mirar fútbol es un pasatiempo inútil, que lo saben todo, que no tienen nada que aprender. Han perdido uno de los motores de su progreso: el afán de emulación. Ronaldinho, con sus pisadas y sus toques, con sus goles y sus premios, es la prueba viviente de lo equivocados que están.

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