DEPORTES
› OPINION
Pelos rubios, talentos negros
› Por Diego Bonadeo
Marquetineo, careteo y demás banalidades van cooptando de a poco a quienes desde el juego son (debieran ser), la esencia futbolera. Y uno, que tiene ciertas debilidades por Barça –no “el” Barça, porque no es “el” River, ni “el” Boca, ni “el” Peñarol–, en parte por recelo hacia Real de Madrid, por el paso de Diego y el nunca bien reconocido Schuster por allí, por Serrat, por ciertas reivindicaciones de las que nunca abjuraron del todo los catalanes, reniega un poco como hincha, por tanta superficialidad, por allí no demasiado desemparentada con los negocios de algunos de los que allí mandan.
Maximiliano López jugó un rato del segundo tiempo del partido que Barcelona dio vuelta contra Chelsea el miércoles en Camp Nou. Al ratito de entrar, atropelló después de una hermosísima fantasía de Ronaldinho y marcó el empate. Enseguida otra vez atropellando, “interrumpió” el recorrido de una pelota de gol de su compañero Eto’o. Minutos después “atropelló” la pelota con un incierto buscapiés con destino de alcanzapelotas que Eto’o corrigió para el 2-1 final.
Casi todas las fotos fueron para el pelo rubio de shampoo y crema de enjuague de López, en contraste notorio con la maravillosa negritud de pigmento y futbolera de Ronaldinho y Eto’o.
Barcelona tuvo en los últimos años, además de variopintos directores técnicos holandeses, muchísimos jugadores de primerísimo nivel que por diferentes motivos dejó de lado: Kluivert, Saviola, Riquelme, Sorin, Overmars, Rivaldo y tantos más.
Por estos tiempos, su estandarte parece ser el primitivo correcaminos Pujol, también de cabellera deslumbrante, aunque no tanto como la de López. El negro Eto’o tiene el pelo corto. El negro Ronaldinho tiene el pelo largo. Pero los que saben de qué se trata son ellos dos.