Jue 31.03.2005

DEPORTES  › LA SELECCION VENCIO A COLOMBIA POR LA MINIMA DIFERENCIA

Cerca de Alemania, lejos del brillo

Con un gol de Hernán Crespo en el segundo tiempo, el equipo de Pekerman volvió a ganar y sacó 4 puntos de ventaja en las Eliminatorias del Mundial. Los colombianos sintieron la expulsión de Vargas cuando terminaba el primer tiempo. Esteban Cambiasso fue la figura.

› Por Juan José Panno

La clave número 1 para entender el triunfo argentino o el declive e inevitable caída de Colombia, que viene a ser casi la mismo cosa, es la expulsión de Fabián Vargas. El volante, que se ganó la segunda amarilla por una falta desde atrás después de una primera amarilla apresurada, había sido el eje del toqueteo sin punch, pero toqueteo al fin, del equipo visitante. Su salida, quedó claro en los minutos que faltaban para terminar el primer período y luego en el arranque del segundo, provocó desazón, incertidumbre y miedo que se tradujo en un repliegue de todo el equipo con la intención de aguantar el cero rezando y rechazando en las cercanías del eficiente Calero. Antes, en casi todo el primer tiempo, los colombianos habían llegado una sola vez (remate de Giovanni Hernández que tapó muy bien Abbondanzieri) pero se las habían ingeniado para alternarse con los argentinos en el dominio de la pelota. Con el 0-0 como objetivo principal, los colombianos jugaban todas las fichas a un error del fondo argentino, algún remate de media distancia, un milagro. Once contra once es probable que lograran aquellos que habían venido a buscar o que por lo menos estuvieran cerca; diez contra once se vio muy pronto que estaban condenados a la derrota porque el gol argentino iba a llegar por inercia.
La segunda clave del partido fue la entrada de Galletti por Mascherano a los 9 minutos del segundo tiempo. Con Mascherano en la cancha, parado atrás como 2 bis, sobraba Heinze, que pasaba a posiciones ofensivas por la izquierda y aportaba poco; con Galletti bien volcado sobre la derecha se abrió mejor el frente de ataque y Heinze se quedó en el fondo, en la posición de la cual nunca debió haber salido. Bastó entonces que, poco después del cambio, Juan Román Riquelme acertara en un pase milimétrico para que llegara el gol. Pase en cortada de Riquelme, arranque veloz de Galletti a la espalda de Bedoya, centro atrás y toque de Crespo sobre la salida de Calero, cambiando la dirección de la pelota (cambiándola tanto, se acota a la pasada, que casi la manda afuera). Gol merecido, gol inexorable, gol por decantación.
La diferencia pudo haber sido mayor si Crespo no hubiera tirado una masita después de un pase brillante de Lucho González y si el travesaño no hubiera evitado un cabezazo de gol de Sorín después de un corner de Riquelme. Pudo darse otro resultado más abultado y eso habría levantado un poco el ánimo de la gente que casi llenó el Monumental, pero nada de eso alterará lo esencial: la actuación de Argentina fue discretita. Estuvo por debajo de las posibilidades técnicas de estos jugadores, muy por debajo de la expectativa generada.
Tácticamente el equipo mostró mucha flexibilidad. Pasaba constantemente del 3-5-2, al 4-4-2 o al 4-1-3-2 y hasta eventualmente al 5-3-2, con Mascherano adentro y Sorín y Zanetti retrasados, y controló sin demasiados inconvenientes los avances sin pimienta de los rivales, pero en muy pocos momentos encontró las mejores posiciones para que la pelota circulara con fluidez. Pareció en algún momento que Riquelme-Cambiasso-Lucho González iban a conseguir la precisión en velocidad capaz de demoler a cualquiera, aunque no pasó de un espejismo. Pocas veces la pelota les llegó redonda a los dos de arriba. Saviola se mostró voluntarioso pero torpe y Crespo cayó muchas veces en off-side. Los reiterados pelotazos de Ayala y Heinze (anunciados, frontales, casi ingenuos) también conspiraron contra las chances ofensivas. Pese a todo, los méritos de Argentina para quedarse con la victoria no pueden cuestionarse. Fue el que más quiso, el que siempre buscó y el que más llegó. El 1-0 final fue recibido con una alegría chiquita, módica, que se puede sintetizar así: se ganó y nada más.

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