DEPORTES
› OPINION
Boca, qué club generoso
› Por Gustavo Veiga
Mauricio Macri se salió con la suya. En la política no pudo entronizarse ni siquiera como principal referente de la derecha, pero llegó al centenario de Boca como su presidente. La historia deportiva del club más popular de la Argentina ha sido demasiado generosa con él. O, mejor dicho, quienes iluminaron esa historia con copas, campeonatos, goles y atajadas inolvidables. Desde Carlos Bianchi, el técnico más ganador en estos primeros 100 años, hasta el último jugador.
El pasado de nuestros clubes está abonado de curiosas enseñanzas. Cuando cayó el gobierno de Hipólito Yrigoyen en 1930, los radicales que tenían militancia partidaria encontraron refugio en las instituciones futbolísticas. Otro tanto sucedió con los dirigentes peronistas después del golpe que derrocó a su líder en 1955 y también a partir del ’76, cuando la última dictadura convirtió al país en un campo de concentración. Inclusive, ciertos militantes de izquierda pudieron mimetizarse en algunas comisiones directivas para continuar en la política, aunque restringida al ámbito de una asociación civil.
La historia de aquellos casos de persecución y repliegue quedó reflejada en los escarmientos y ventajas que, indistintamente, recibieron los clubes por la identificación partidaria de sus dirigentes. En los años ’70, Chacarita y Lanús, que tenían a su frente autoridades comprometidas con el justicialismo, descendieron desde la A hasta la Primera C. En cambio, un club como River, que tuvo en Rafael Aragón Cabrera un presidente afín al régimen de Videla o funcional a su hombre fuerte en el fútbol, el vicealmirante Carlos Lacoste, obtuvo favores económicos inapreciables.
En ese contexto, el caso de Macri es paradojal. Va por el décimo año de su mandato en Boca, prolongado con la asistencia artificial de sus cuestionables interpretaciones estatutarias y algún fallo judicial a su medida. Esas maniobras le permitieron esperar el centenario xeneize sentado cómodamente en su trono.
El ingeniero se refugió en el fútbol. Así lo habían hecho los peronistas, radicales y simpatizantes de la izquierda en otros tiempos y clubes diferentes. La gran diferencia es que el presidente de Boca se retiró a su despacho de la Bombonera después de salir derrotado por Aníbal Ibarra en las últimas elecciones para la Jefatura de Gobierno porteño. Fue un repliegue circunstancial. Y lo consumó con los poderes del Estado funcionando en democracia y no como un perseguido.
Boca acaba de cumplir cien años y Macri puede autoproclamarse el presidente del centenario gracias a una re-reelección que ni siquiera había conseguido Carlos Menem, su guía en ese tipo de experimentos.