Vie 20.05.2005

DEPORTES  › OPINION

¿A quién le sorprende?

› Por Pablo Vignone

La Copa del Mundo de Tenis por equipos se disputa desde 1978. Nunca en la historia de ese torneo, como lo hicieron notar con cierto orgullo los organizadores del certamen un par de semanas atrás, un equipo estuvo formado por tres tenistas top-ten del ranking, hasta que la Argentina presentó para esta edición a Gastón Gaudio (6º), Guillermo Coria (9º) y Guillermo Cañas (10º). Es este mismo equipo que ahora se ve envuelto en la polémica, encarnada en sus dos mejores jugadores.
Si no hay solamente casualidad en el episodio, tampoco la hay en el hecho de que estalle en el seno de una actividad que es esencialmente individual: los tenistas se amuchan solamente para disputar la Copa Davis (bajo la guía, a veces presunta, de un capitán que ordena) o en este torneo.
No debe ser sencillo desprenderse de ese individualismo compulsivo al que los tenistas se entregan necesariamente (para poder ganar) durante la mayor parte de la temporada, simplemente para compartir un objetivo común. Aun en los equipos ganadores de Copa Davis siempre hay algún tenista que es el responsable máximo del triunfo, salvo que se gane una final 5-0, lo que no suele ser, precisamente, el caso.
En un deporte en el que el estado mental incide de manera fabulosa en el resultado final, tanto o más que el aspecto físico, el rasgo competitivo de sus cultores se expresa formalmente a través de estos mind games, juegos mentales de fortaleza que intentan desnudar flaquezas en los rivales. Ninguno se cree compañero del otro, en todo caso: Gaudio le enrostra a Coria el mal uso de su capitanía (y acaso la cree injusta), el santafesino nunca se ve como otra cosa que no sea rival (o enemigo, según sea el caso) de sus congéneres, sean o no argentinos.
Es ésta la razón por la cual un nuevo capítulo de esta disputa no sorprende un comino. No sólo porque la pelea entre estos dos animales deportivos, con mayor o menor grado de compromiso con la competencia, es antigua, sino porque ya nos acostumbraron Vilas y Clerc. Ellos también ganaron una edición de la Copa del Mundo: fue en 1980. Al año siguiente, perdieron la final de la Copa Davis.

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