DEPORTES
El rugby argentino tiene un sueño llamado Virreyes
Un grupo de ex jugadores fundó un club para que chicos de bajos recursos puedan competir en igualdad de condiciones con las instituciones tradicionales.
› Por Adrián De Benedictis
Como a lo largo de la historia siempre fue ubicado como un deporte para “pocos”, el rugby argentino comenzó a mostrar síntomas de cambio. Anteriormente, no sólo los jugadores sino también los seguidores que se reunían en las distintas canchas solían posicionarse en un nivel social elevado. Por este tiempo, la iniciativa de un grupo de amantes de este juego provocó que jóvenes de pocos recursos puedan participar también en igualdad de condiciones con aquéllos. Virreyes Rugby Club ha generado este emprendimiento, donde sus equipos son integrados por chicos de zonas muy carenciadas del Norte del Gran Buenos Aires. Y la iniciativa que arrancó hace tres años hoy encuentra a estos jugadores compitiendo con las instituciones más legendarias del rugby.
Ese grupo de ex jugadores se reunió allá por noviembre del 2002, con el objetivo de acercar al rugby a chicos de bajos recursos de Virreyes, en San Fernando. En el primer encuentro asistieron 140 jóvenes, con lo que se superaron las expectativas de los entrenadores. Al mismo tiempo encontraron la buena predisposición del Club Tigre, que les permitió disponer de sus canchas para que los chicos pudieran practicar. La gran repercusión provocó que aquella idea continuara en el 2003. Con la suma de más ex jugadores para conducir a los chicos, también consiguieron que la fábrica de neumáticos FATE –a través de la gestión del padre Juan Pablo Jasminoy– cediera gratuitamente su campo de deportes. De esa forma comenzó a desarrollarse lo que hoy es una realidad: el Virreyes Rugby Club.
Uno de los lujos que se da Virreyes es tener como director técnico principal a Rodolfo O’Reilly, ex entrenador del seleccionado argentino. Y O’Reilly muestra hoy toda su satisfacción por el presente: “Marcos Julianes y Carlos Ramallo me llamaron cuando decidieron encarar todo esto. Conseguimos que vinieran 20 chicos, después 30, y después 50, y ahora son más de 300. Siempre digo que en el rugby a mí me pasaron cosas que les pasaron a pocos. Y yo no cambio nada por los sábados a la mañana, donde me voy con la panza llena de haber entregado la chance de que muchos chicos que nunca lo pensaron hoy jugaran al rugby de igual a igual contra todos los equipos de Buenos Aires”.
En el predio de la FATE, donde el pasado 4 de junio se firmó el contrato de comodato para que Virreyes pueda utilizar sus nuevas instalaciones, el ex secretario de Deporte aclara: “Esto avanzó de tal manera que, a fines del año pasado, pensamos que había tres opciones: decirles hasta luego a los chicos que dejaban el rugby infantil, integrarlos en otros clubes, o la locura de crear el club. Optamos por la última y acá estamos”.
En el 2003 concurrieron semanalmente 200 chicos a la escuela de rugby infantil y aprendieron las bases de este deporte jugando entre sí, y con instituciones como CUBA, SIC, Newman, CASI y Alumni. En junio de ese año, los chicos pudieron lucir la camiseta del club por primera vez. El año pasado se incorporó la Sexta División, llegando a un promedio de 250 jugadores de entre ocho y 14 años. Para cerrar ese año con más satisfacciones, los chicos que finalizaban la etapa de rugby infantil (14 años) fueron invitados a participar de un torneo en Necochea y Mar del Plata. Este año, Virreyes inscribió una división juvenil de menores de 17, que competirá en un campeonato con equipos de la Unión de Rugby de Buenos Aires (URBA).
“Tuvimos la suerte –explica O’Reilly– de que el equipo mayor, que es el que yo dirijo junto a (Marcos) Julianes y Capalbo, un ex jugador de Alumni y el seleccionado, hoy esté jugando en menores de 17, un torneo muy exigente para ellos, porque son chicos que dan ventaja en edad, pero era una manera de que pudieran seguir juntos.”
El apoyo que recibe Virreyes de algunas empresas, sin nada a cambio, le permite darles a los chicos las mejores comodidades. Farmacity ayuda económicamente con los ómnibus, Delicity les da el pan, Quickfood da la carne para los terceros tiempos y Alpargatas también hace su aporte con el calzado de los jóvenes. Además, en Virreyes organizaron un mecanismo de contribución mensual con varios amigos de los encargados, para intentar soportar el gasto ordinario y obtener algunos materiales de construcción para terminar el club. “Estamos metidos en una cosa que tiene el primer condimento, que es el amor al de al lado. La Argentina necesita mucho de esto, y es el antídoto a la violencia”, destaca O’Reilly.
El nuevo predio funcionará frente a la rotonda de Bancalari, y el vínculo con la FATE será por dos años. Es un espacio de tres hectáreas, donde habrá tres canchas y un house con dos vestuarios, un lugar de administración y una casa para el casero. Pero la intención de Virreyes también es hacer un seguimiento de los chicos fuera de la actividad. En ese sentido, O’Reilly cuenta que “la idea es seguirlos también cuando no están aquí. Van a tener que traer la libreta para saber cómo les va en el colegio. El tema nutricional y familiar es fundamental, lo queremos seguir también. Creemos que, desde este lugar de convocatoria, por detrás hay un tema de salud, de educación y de contención de los chicos. Los más grandes ya están dando una mano con las categorías menores. Los de 17 años ayudan a los de nueve o diez. Hemos creado una gran familia”.
Como destino final, Virreyes no tiene límites, y por eso O’Reilly no duda cuando señala que quiere “jugar en Gales contra el Needs. Hasta ahí queremos llegar”.