DEPORTES
Chau, Gordo
› Por Pablo Vignone
Que se haya muerto Horacio García Blanco el día anterior al inicio de la Copa del Mundo puede tomarse como un presagio, no lo sé. Acaso alguien nos quiere decir que lo que viene será una porquería. El Gordo formaba parte de esa raza de comentaristas que lo hacían sentir a uno que ellos decían exactamente lo que uno pensaba del partido, y no me avergüenza contar que, a la hora en que los adolescentes se iban a bailar, yo elegía quedarme escuchando en Rivadavia los relatos boxísticos del inolvidable Osvaldo Caffarelli con comentarios de García Blanco, una dupla que transmitió más de cien peleas por el título mundial y por la cual casi me echan del secundario, cuando entramos una radio de contrabando a una clase de Psicología para escuchar la pelea del “Lechero” Manuel González, en plena dictadura. Fue tan grande el robo y tanta la autoridad de García Blanco para denunciarla, que yo paré la clase para anunciar a mis compañeros el atraco. Sabía tanto de boxeo como de fútbol, y también de burros; ejerció un largo rato la dirección de Goles, era más un bon-vivant que un gordo. Se murió por una infección renal, siendo la enésima víctima del injusto sistema que oprime la razón, con la guita que necesitaba para el transplante secuestrada en el corralito. García Blanco se fue a lo altodel estadio, como decía Caffarelli. Que haya sucedido a un día del Mundial no ha de ser casualidad.