DEPORTES
› OPINION
Corralito futbolístico
› Por Adrián De Benedictis
Cuando la frustración es más grande, los argumentos parecen ser más rebuscados. Y luego de la rápida eliminación de Argentina en este Mundial, las voces surgieron inmediatamente en busca de razones que no merecen demasiada exploración. Una vez más, los futbolistas demostraron que continúan siendo los únicos que poseen capacidad para resolver los destinos de un equipo. Más allá de los esquemas, el jugador seguirá determinando cuáles son los mejores caminos a tomar durante el juego. La sorpresiva vuelta de la Selección Argentina fue una clara consecuencia de la baja producción de sus piezas clave.
Hay un ejemplo que puede ser la síntesis de esta decepción. Nadie hubiera imaginado que, en un partido y medio, Juan Sebastián Verón no sólo iba perder la titularidad, sino que además se transformaría en el blanco de todas las críticas. Aquel gran estratega de las eliminatorias sudamericanas no dio el presente en Corea y Japón, y Argentina sufrió como nadie la falta de un conductor. Y así como Verón, también hubo casos que tampoco lograron igualar las actuaciones que tuvieron hasta hace pocos meses atrás.
Como el Mundial se desarrolla en apenas un mes, es fundamental que los jugadores arriben al campeonato en el pico de su rendimiento, o por lo menos en la curva ascendente para alcanzarlo.
Esta realidad de Argentina puede ser comparable con la de Francia, último campeón, pero en el caso puntual del conjunto de Marcelo Bielsa, se produce una paradoja donde entra en escena el esquema que se aplica. Como se sabe, Bielsa es un entrenador que prioriza la rigidez táctica por sobre la capacidad individual de los jugadores. Una especie de “corralito futbolístico”, en donde los jugadores quedaron encerrados y no supieron escapar. Precisamente, ante la falta de precisión y de confianza en varios casos, el sistema terminó profundizando esa carencia individual.
Quizás, lo más saludable del equipo lo terminó aportando Pablo Aimar. Sin embargo, Aimar está muy lejos de ser aquél jugador que dejó River para aterrizar en Valencia. Y aquí aparece nuevamente ese “corralito”, en el cual el chico de Río Cuarto no encuentra salida. Aimar no pudo ni en su club ni en el seleccionado, mostrar todo la inventiva que evidenció en el equipo de Núñez.
Uno de los inconvenientes que sufrió Argentina fue que ese sistema no ofrece opciones de resolución, cuando el nivel de un jugador no alcanza para una gran actuación colectiva.
Con Bielsa u otro técnico al frente del equipo, el gran desafío será quebrar ese corral para que el fútbol de Argentina pueda volver a recuperar una identidad que se ha desdibujado hace varios años.