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Historias de la Historia
La historia de los mundiales de fútbol registra un puñado selecto de equipos ganadores: Brasil (cuatro veces), Alemania (tres), Italia (tres), Argentina (dos), Uruguay (dos), Inglaterra (uno) y Francia (uno). Además de eso, sólo otros cuatro seleccionados llegaron a finales, sin haberlas ganado: Holanda, Checoslovaquia, Hungría y Suecia. La condición de local ha sido históricamente importante: en esa condición ganaron mundiales Uruguay, Alemania, Italia, Argentina, Inglaterra y Francia. De locales, lograron sus mejores actuaciones Suecia, Chile, Estados Unidos y hasta México. Los datos de la estadística sirven para iluminar dos ideas. La primera es que cuesta un Perú llegar a la elite de los que se llevaron a casa un título mundial. La segunda es que nunca la ocasión es más propicia que cuando se es local. Curiosamente, esta fórmula no funcionó para el equipo más campeón, Brasil, que en el hecho más sorpresivo de la historia de los mundiales cayó por dos a uno ante Uruguay en el Maracaná, en la final de 1950.
Salvo en Estados Unidos ‘94, los mundiales se jugaron en países de tradición futbolística, amén de cierta capacidad organizativa. Las sedes fueron Brasil, Uruguay, Chile, Argentina y México (dos veces) por América; y Alemania, Italia (dos veces), Inglaterra, Suecia, Suiza, Francia (dos veces) y España por Europa. Nunca un Mundial se jugó en Africa y nunca un Mundial se había jugado en Asia, hasta éste. El próximo será en Alemania y, si todo sale como está previsto, en el 2010 le llegará la oportunidad de organizar uno a los africanos. En la trastienda de las decisiones de la FIFA siempre laten los negocios, ya se sabe. Un Mundial representa un espectacular negocio televisivo y un festival de sponsors, que se estorban por poner dinero. El poder del dinero es fácil de suponer y difícil de demostrar. Pero está claro que maneja hilos en la trastienda de los espectáculos. A los que ponen dinero no les conviene, por ejemplo, que progresen algunos equipos y darían cualquier cosa porque lo hagan otros.
Un dato al respecto: los mercados mundiales más grandes del negocio de la venta de indumentaria deportiva son Alemania, Italia, Brasil, Argentina y Estados Unidos. Detrás de ellos vienen Japón, Corea, Francia e Inglaterra. En un Mundial puede caer simpático a los espectadores que los equipos africanos jueguen bien y progresen, pero al negocio del fútbol, por ahora, no le conviene, así como no le conviene para nada que se hayan ido Argentina y Francia. No hay que ser conspirativos de más con este tema, pero tampoco zonzos: los dueños de Nike no atajan penales ni los propietarios de Adidas patean tiros libres. Sin embargo, todas las empresas tienen sus equipos y jugadores favoritos –de hecho gastan fortunas en auspiciarlos– y siempre están dispuestas a hacer algo por el negocio. Imaginen lo que aumentan las ventas de camisetas de Brasil, en Brasil y el mundo, cuando Brasil sale campeón. Imaginen lo que pasa si Brasil se va temprano.
El japonés Nakata fue comprado hace unos años primero por Perugia y luego por Roma (hoy juega en el Parma) porque su presencia garantizaba una venta de camisetas en Japón que, en dos años, permitía recaudar al club italiano cuyos colores defendiese más de lo que costaba su pase. La presencia de Nakata abrió el mercado de la televisión japonesa: todos los partidos del equipo en el que le tocara jugar se daban en directo, como ocurría en la Argentina con los del Napoli, en la dorada era de Maradona. Nakata es hoy una de las estrellas del seleccionado japonés y ayer le hizo un golazo a Túnez. A propósito: Corea y Japón, que nunca habían ganado un partido de Mundial, se adjudicaron sus respectivos grupos de la primera ronda y van por más. Los futboleros de buena parte del mundo los miran, los ojos redondos de asombro. Los dueños del negocio del fútbol están restregándose las manos. Y haciendo cálculos.