Sáb 22.06.2002

DEPORTES

La táctica de Alemania para este Mundial: cómo ganar sin jugar

Cronista meduloso de la selección germana, Osvaldo Bayer reflexiona sobre la victoria ante Estados Unidos que la puso en las semifinales de la Copa.

› Por Osvaldo Bayer

Esto ya pasa de claro a oscuro. Los alemanes juegan cada vez peor y siguen ganando. O tienen eso que vamos a llamar delicadamente suerte o están realizando un estudio antropológico especial. Han terminado ya con la filosofía del fútbol, la sociología, la nigromancia, la magia y la psicología del gol. Al parecer ahora han seguido un curso de cómo ganar sin jugar y ayer han aplicado el capítulo “Jugando cada vez peor”. En el último partido, en especial el segundo tiempo, fue un soponcio sólo para estudiosos de las estadísticas. Pero ganó nuevamente. Uno a cero contra Estados Unidos. Claro está que ganó otra vez el arquero alemán, el héroe del pasto verde Oli Kahn, porque si no, por lo menos los teutones hubieran perdido 4 a 1. Pero ganó Alemania y eso que los otros diez jugadores no hicieron nada. Sólo Ballack que puso la cabeza y la pelota justo pegó allí y fue gol. Pero sino... una pobreza más que franciscana, como un partido jugado por curas de más de sesenta años, con sotana y sandalias. Los yanquis, buen equipo, pero el Oli Kahn había cerrado el arco con una tapia de cemento de siete pulgadas de ancho. Se lo pasó revolcándose por el suelo, pero no pasó ninguna, ni siquiera esa pelota que se paseó por la raya.
La pregunta es: jugando así, los germanos, ¿van a ser campeones mundiales? Sería el mejor número humorístico de la televisión y una lección definitiva para los sabios del tablón. Ningún jugador que se destaque, ninguna jugada brillante, sólo poner el cuerpo, correr pero no demasiado rápido, tirar a cualquier lado cuando se está a dos metros del arco, irse todos atrás de modo que la pelota sea jugada sólo por el enemigo. Y después, en el momento menos preciso, meter el gol y esperar a que termine el partido. O son sabios o tienen una suerte de superelegidos.
Claro, así, la curiosidad va a ir en aumento cuando jueguen contra España o Corea del Sur. Pero pareciera que no les importa cuál es el rival y lo preguntan recién en el vestuario. Tal vez sea un nuevo sistema, por ejemplo, siempre el entrenador alemán Rudi Vöeller se ríe admirado de que hayan ganado. Cuando habla dice generalidades a punto, por ejemplo: “No merecimos ganar pero la suerte es así”, o “yo creí que perdíamos, pero en la vida hay que ser optimista”, o “el fútbol me gusta tanto que, cuando nos tienen en un arco, me gustaría entrar a mí para patear la pelota lo más lejos posible”. Escuela kantiana, sin lugar a dudas.
Realmente, si estudiamos a fondo estas premisas menos vamos a entender este “milagro alemán”. Porque en aquel milagro alemán de posguerra, trabajaron. Aquí se sigue estrictamente el “tomala vos, dámela a mí” o el tirar la pelota a la tribuna, como si se le tuviera asco. Si los alemanes salen campeones mundiales los voy a admirar porque harían verdad aquello de que el fútbol es la nimiedad más profunda de la vida. O cambiaría la famosa frase de Menotti, aquella de “Para jugar al fútbol no es necesario correr” por “Para ganar al fútbol no es necesario jugar”.
Perdone el lector, pero quisiera ponerles a los jugadores alemanes el ejemplo del centrohalf de Rosario Central, allá por los setenta, Angel Landucci, que además de driblear, miraba a quién pasarle antes de que la pelota le golpeare el pecho. En el partido que acabo de ver entre yanquis y los compatriotas de Einstein, aquel que hizo todo relativo y que ante el espectáculo de hoy hubiera sentenciado: “La cuestión no es jugar sino ganar; ergo, la premisa es ganar sin jugar”, Landucci, sí, el de Central, se hubiera sentado sobre la pelota, en medio de la cancha, habría llamado a sus compañeros y les hubiera dicho: “Señores, yo vine aquí a jugar y no a ver correr la pelota”, y tal vez Jeremies, del seleccionado alemán, le hubiese respondido: “Nada de eso, la solución de todos los problemas es no jugar pero meter goles, todo lo demás es superfluo”.
Yo hubiera llamado a las feministas, tal vez ellas, con su certeza y claridad me hubieran explicado este entripado. Creo que me hubierancontestado: “No, arreglate solo, el fútbol de hombres es cosa de hombres, es cosa de burros”. Tal vez ésa sea la clave. Habría que probar y preferir visitar el próximo campeonato mundial femenino de fútbol. Habría más cosas para ver, sin duda alguna. Dicho esto con alegría, delicadeza y gusto por los verdaderos movimientos.
¿Qué opina, señor hincha?: Si Alemania gana el Mundial, ¿volveremos a ir a la cancha o nos dedicamos definitivamente a las palabras cruzadas?

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