DEPORTES › BOCA PUEDE FESTEJAR UN NUEVO CAMPEONATO, PERO SU INTERNA ESTA ARDIENTE
Mientras Basile y los jugadores buscarán quedarse con el Clausura, los dirigentes están enfrascados en la lucha por la sucesión de Macri. Y aparecen nombres vinculados con la política, como Digón y Crespi, o a los medios, como César Mascetti.
› Por Gustavo Veiga
Cuando Boca está por ponerle su rúbrica a un nuevo campeonato, comenzó a disputarse otro, de desarrollo más prolongado, con políticos y dirigentes futbolísticos en lugar de jugadores. Aunque Mauricio Macri no puede ir por una nueva re-reelección –gobierna al club desde diciembre de 1995–, influirá en el nuevo escenario electoral, al igual que el suspendido Roberto Digón, su ex vicepresidente, quien cuenta con el respaldo de altos funcionarios del Estado nacional. También atenderán este juego, llegado el momento (las elecciones son recién en diciembre de 2007), el radical Enrique Nosiglia, omnipresente en Boca al igual que en River, el sindicalista del SUPE Juan Carlos Crespi y los más consecuentes opositores al ingeniero, que aspiran a llevar como candidato a un hombre que no es ni de la política ni del ambiente del fútbol: el periodista César Mascetti.
“Macri es el dueño del club”, le dijo Crespi a Página/12 en agosto de 2005, días después de que estuviera a punto de tomarse a golpes con el presidente en el vestuario, cuando el equipo se disponía a jugar el segundo partido con las Chivas de México por la Copa Libertadores. “El que manda acá soy yo”, lo reprendió Macri al petrolero, después de que éste lo hubiera interpelado: “Pendejo, vos no tenés huevos...”. Desde entonces, Crespi, desplazado de los asuntos del fútbol, continuó como vocal titular y ahora, con su propia fuerza, Alternativa Boquense, y el respaldo de ciertos militantes, tiene voluntad de competir por el cargo más alto.
“Yo lo votaría a Crespi, porque es amigo mío”, sostiene Horacio “Cholo” Palmieri, un ex futbolista que integra la misma agrupación del Coti Nosiglia, a quien le resta la influencia política interna que suele atribuírsele: “El no define nada, es uno más de nosotros. Acá no tenemos ligazón con la política nacional”. Palmieri sostiene esto porque percibe cómo Macri y sus rivales se valen del fútbol para ganar presencia electoral, puertas afuera. Por eso, también se enoja con Digón: “Me molesta que no haya venido a hablar con las agrupaciones, con los amigos que tiene en el club, porque acá también podíamos escucharlo”. Aludía, así, al almuerzo de desagravio que Daniel Scioli, Alberto Fernández, Carlos Tomada, Alberto Iribarne y Felipe Solá, entre otros, le habían brindado al compañero peronista. Y también, toda una señal para el adversario común, el presidente de Boca que lo había suspendido en su condición de socio.
En el club, mientras tanto, desmienten que la sanción a Digón tenga intenciones subalternas. Un comunicado de prensa dice: “Sorprende que se haya vinculado este hecho de carácter netamente institucional con cuestiones políticas que nada tienen que ver con nuestra entidad, que se rige por sus propios estatutos”. Una macana tan grande como creer que Macri no utilizó a Boca para instalar su imagen en la política nacional.
El ingeniero hizo un poco de proselitismo en Córdoba el martes pasado, hacia donde viajó para inaugurar el primer local de Compromiso para el Cambio –su fuerza electoral– en la provincia. Allí disertó en la Universidad Católica, asistió al velatorio del cardenal Raúl Primatesta y cenó con sus partidarios en el Jockey Club. Como no podía ser de otra manera, Macri también se rodeó de personajes del ambiente futbolístico que lo siguen con simpatía: Luis Fabián Artime, Mario Ballarino, José Céliz y Emilio Nicolás Commisso, a quien le atribuyen haber convocado al grupo de ex jugadores.
“Lo que hemos hecho en Boca ha sido muy público, que no es lo mismo que un país. Pero también un país necesita de un buen equipo, un buen proyecto, una buena estrategia y firmeza en la conducción”, le manifestó el presidente boquense al diario La Voz del Interior, con una de sus habituales y ramplonas metáforas futboleras. Muy diferente es lo que piensa el arquitecto Pablo Abbatángelo, quien se alejó de la conducción del club al poco tiempo de que asumiera Macri.
“Lo que él sostiene de su paso por Boca como argumentos políticos está basado en falacias. Dijo que la institución tenía asegurado el presupuesto por tres ejercicios y no puede ni pagarles los premios a los jugadores. Afirma que el merchandising factura como 50 millones de pesos por año y al club no le liquidó ni uno...” Abbatángelo agrega, entreviendo el futuro escenario electoral: “Para mí, Macri no le va a dar el apoyo a nadie. Y es más, dejará una bomba de tiempo instalada, que es el déficit operativo mensual. Unos 14.400.000 de pesos anuales, ya que ronda 1.200.000 mensuales y no 600.000 como se pretende hacer creer”.
Como fuere, la política nacional se ha metido de lleno en Boca, para seguir la lógica de los enfrentamientos que en su tiempo mantuvieron Macri y Aníbal Ibarra, desde que aspiraban a la Jefatura de Gobierno porteña. “Hay una saturación con la intromisión de la política nacional en los clubes. Apoyar a Digón como se lo hizo es fortalecer a Macri; diría que hasta la idea de instalar a José María Aguilar como rival del presidente de Boca por ser el máximo dirigente de River es también infantil”, afirma Abbatángelo.
Sin embargo, el panorama que abre esta situación es seguido con interés hasta por los más viejos adversarios del ingeniero: el ex presidente Antonio Alegre, quien a sus 80 y pico de años vuelve a participar de la vida política interna, y su ex compañero de fórmula y vicepresidente Carlos Heller. Hoy resulta evidente que en Boca no hay candidatos que, por su sola presencia, puedan garantizar el éxito en la próxima elección. Por eso, no sería descabellado pensar en hombres de alta exposición pública, de perfil popular y cuya pasión por los colores se identifique con nitidez.
Controlar a uno de los dos clubes más grandes del país demanda ese peso propio que Macri acrecentó y consolidó, en buena medida, gracias a los éxitos futbolísticos de Carlos Bianchi y sus jugadores. Como ni él ni su deslucido vicepresidente, Pedro Pompilio, están en condiciones de presentarse a las elecciones del 2007 –para entonces, el actual presidente iría por otra presidencia mucho mayor–, cualquier candidato al que no haga falta explicar de quién se trata partirá con ventaja.
El periodista César Mascetti es uno de ellos. Ex conductor del noticiero de Canal 13 durante décadas y ahora con espacio propio en Radio del Plata, ya fue tentado por oficialistas y opositores para encabezar una fórmula. A los primeros los rechazó, a los últimos quedó en responderles. El productor televisivo Adrián Suar, si como Marcelo Tinelli en San Lorenzo, se atreve a participar de modo más activo en el club, podría ser otro presidenciable. Y otros nombres seguramente ampliarán esta lista que, por tratarse de la más alta investidura xeneize, no pasará demasiado tiempo hasta que se insinúen.
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