DEPORTES › OPINION
› Por Diego Bonadeo
El martes por la tarde-noche, a raíz de un paro de los maleteros de Ezeiza y Aeroparque, todos los vuelos salieron demorados, menos uno: el que transportaba a los dirigentes de fútbol rumbo al Mundial. El contingente, cuya cifra osciló entre 60, el número calculado hace alrededor de un mes, y 140, importa menos que el análisis que merece este tropel de beneficiados vaya uno a saber por quién. Beneficiados aunque los dineros no hayan provenido de las arcas de la AFA o de las tesorerías de los clubes.
Es que el elemental decoro –importa para el caso varios bledos el “qué dirán”– debiera indicar que la situación institucional del fútbol argentino, que entiéndase de una vez por todas son los clubes, jamás podrá justificar semejante operativo. Esta cuestión es análoga al aluvión mediático (más audiovisual que gráfico), instalado en Alemania desde ya hace varios días, con miles de responsables de contarnos centenares de innecesarios puteríos y banalidades, habida cuenta de que absolutamente todos los partidos serán televisados en directo o en diferido para nuestro país.
Es que los dirigentes-azafatas por un lado y la mayoría de los sedicentes comunicadores por el otro no se bancan no pasar por un freeshop o prescindir de balbucear alguna imbecilidad en alemán para pedir hasta el hartazgo salchichas, chucrut o cerveza. Todo sin contar los barrabravas que, embozados, aunque algunos sin permiso de salida, estarán allá o aquí para hacer como que creen que ellos también juegan.
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