Sáb 10.06.2006

DEPORTES

Anímense y vayan

› Por Juan Sasturain
Desde la casa

Por fin. No se aguantaba más. El grado de nuestra dependencia emocional de lo que pase en Alemania a partir de hoy y nuestra descomunal expectativa admite ciertos datos desoladores: es probable (es seguro, en realidad) que, más allá de aparentes correcciones políticas, los futboleros argentinos estemos hoy íntimamente mucho más preocupados por la salud de los tiernos isquiotibiales de Messi y por el estado general del oscuro cerebelo de Riquelme que por las intenciones de Lavagna o cualquier otra cuestión, las papeleras y la inflación de junio inclusive (o sobre todo). Así es, crudamente. ¿Está muy mal eso? Sólo es la verdad, que nunca es triste. Lo que no tiene es remedio, según un Serrat que estará, seguro, pendiente de los galaicos players desde ahora y durante todo junio.

Hechas las aclaraciones y abiertos los paraguas ante el auditorio escéptico, nos vemos en la obligación de confesar, sin red ni anteojos negros, nuestros más secretos anhelos y temores ante lo que se viene. No vamos a hacer un pronóstico, dilema moral insoluble, ya que de apostar lo haríamos siempre por Argentina. No toleraríamos éticamente una situación en que nuestra conveniencia fuera en contra de nuestro deseo. Nos jugaremos siempre por quien queremos que gane –esa camiseta, más allá de determinado jugador, cierto técnico– y no por el que pensemos que tiene más probabilidades de ganar. Quien no obre así, no merece nuestro respeto.

Así, llegado el día, esperamos/deseamos que juguemos bien y lleguemos lo más lejos posible. En la previa no somos el mejor equipo –que probablemente sea Brasil, por el peso de sus individualidades del medio para arriba–, pero claro que podemos ser campeones; estamos entre la media docena de candidatos. También, como cualquiera, podríamos volvernos temprano. De todas maneras, sería bueno que fuéramos siempre al frente, jugáramos sin especular, sin llorar ni dar patadas. El entrenador es buena persona y transmite eso. Pero además sería deseable que todos jueguen con la convicción que suelen mostrar Milito, Sorin y Mascherano, que no se guarden nada: no sólo de sudor sino, sobre todo, de atrevimiento. Nos gustaría ver jugadores más resueltos y convencidos de lo que saben y pueden, que obedientes y disciplinados. Que si la pierden sea jugándose en la personal del uno contra uno en la zona caliente y no dividiéndola en el pelotazo desde lejos. Que se choquen por ir a una misma pelota, no que pase entre dos y no vaya nadie. Actitud, que le dicen.

En ese sentido, creo que dependeremos de la fortaleza anímica, el atrevimiento y el coraje que muestren los más dotados para sacar diferencia en los sectores clave –Román, Aimar, Messi, Tevez, Palacio (cuando los pongan)– y sobre todo de la audacia del entrenador para juntarlos y dejarlos jugar. Y esperamos que José no arrugue, claro. Porque después, no hay plancha que lo arregle.

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