Un repaso por la historia de la Selección en mundiales demuestra que, para los DT nacionales, el banco de suplentes es una enorme tentación.
› Por Daniel Guiñazú
El hincha argentino medio, por estos días casi todo el país, arde de ansiedad. Aunque Javier Saviola haya sido, hasta aquí, el mejor jugador de la Selección en Alemania. Aunque Hernán Crespo tenga la mejor relación posible con la red. Aunque el paladar futbolero siga dulce después del 6 a 0 a Serbia y Montenegro, quiere ver ya, ahora mismo, a Lionel Messi y a Carlos Tevez como titulares. Más aún después de los goles que ambos hicieron el viernes. La gente teme que la Selección pueda marcharse de la Copa del Mundo sin que sus dos jugadores más queridos hayan estado mucho tiempo en la cancha. Pero la historia de la participación de los seleccionados argentinos en los mundiales demuestra que las opciones de los técnicos al principio de los campeonatos, muchas veces no coinciden con sus mismas elecciones a la hora de las instancias decisivas. Y que no siempre son los mejores quienes empiezan jugando.
Por ejemplo, en el Mundial de Uruguay, en 1930, el entrenador Francisco Olazar no puso en el debut ante Francia a Guillermo Stábile, quien fue el goleador de la Copa con 8 tantos. De los que jugaron ese partido, sólo Della Torre, Arico Suárez, Monti, Juan Evaristo, Varallo, Ferreira y Mario Evaristo llegaron a la final ante Uruguay. En Suecia 1958, Stábile fue el técnico. Y en ninguno de los tres partidos que duró esa tristemente célebre excursión, incluyó a José Sanfilippo, ya por entonces, el máximo artillero del fútbol argentino.
Cuatro años más tarde, en Chile 1962, Juan Carlos Lorenzo movió el banco sin pudor. En sólo tres encuentros, empleó 19 de los 22 jugadores convocados y en el último encuentro ante Hungría, llegó a producir 10 modificaciones de hombres y de posiciones, respecto del equipo que había perdido por 3 a 1 ante Inglaterra. En 1966, hizo exactamente lo contrario. Apostó por una formación base (Roma, Ferreiro, Perfumo, Albretcht y Marzolini, Solari, Rattin, Alberto González y Ermindo Onega; Artime y Mas) y en los cuatro partidos que duró la intervención argentina en ese Mundial, apenas si hizo un cambio forzado ante Suiza: Calics por Albretcht, expulsado en el cotejo anterior frente a Alemania Occidental. La permanente indefinición respecto del estilo de juego y los desconcertantes rendimientos individuales motivaron que entrar y salir fuese lo normal en el seleccionado que jugó el Mundial de Alemania en 1974. Miguel Brindisi era el mejor jugador argentino de ese momento. Pero después de la derrota inicial ante Polonia por 3 a 2, los técnicos Vladislao Cap, Víctor Rodríguez y José Varacka lo mandaron al banco y sólo recobró la titularidad en los dos últimos encuentros ante Brasil y Alemania Oriental. Héctor Yazalde fue, ese año, el máximo goleador del fútbol europeo. Pero, por una lesión, apenas intervino en tres encuentros. Ramón Heredia y Rubén Ayala fueron los únicos que consiguieron mantener sus puestos en todo el campeonato, y René Houseman jugó todos los partidos, aunque en dos de ellos ingresó en el segundo tiempo.
En el Mundial de 1978, Menotti excluyó a Diego Maradona de la nómina definitiva sin demasiadas quejas. Pero debió tolerar por Norberto Alonso, una presión tal vez mayor que la que hoy día soporta Pekerman por Messi y Tevez. Tuvo que incluirlo en el plantel por expresa orden del almirante Lacoste. Pero nunca fue titular y sólo entró tres veces desde el banco. A lo largo del torneo, Fillol, Olguín, Galván, Passarella, Tarantini, Gallego y Kempes jugaron todos los partidos, aunque en el caso del Matador, arrancó como puntero izquierdo y terminó como volante por el mismo lado. Respecto del equipo que debutó ante Hungría y el que le ganó la final a Holanda, las únicas variantes fueron Bertoni por Houseman y Ortiz por Valencia. En España 1982, la defensa, Ardiles, Maradona, Bertoni y Kempes fueron inamovibles. Pero la estabilidad no impidió el fracaso.Bilardo metió poca mano en el seleccionado campeón de 1986. En el estreno ante Corea del Sur arrancó con Clausen y Garré como marcadores de punta, y con Pasculli como punta de lanza. Pero en la final contra Alemania, Cuciuffo y Olarticoechea jugaron por ellos y Héctor Enrique fue volante en lugar de Pasculli. Después, Pumpido, Brown, Ruggeri, Giusti, Batista, Burruchaga, Maradona y Valdano estuvieron siempre. En Italia ‘90, el equipo que perdió en el debut ante Camerún por 1 a 0 fue drásticamente cambiado a pedido de Julio Grondona. Entre ese partido y el subsiguiente ante la Unión Soviética se hicieron cinco variantes y algunos, como Néstor Fabbri, no jugaron más en todo el torneo. En la final ante Alemania, aparecieron Goycochea, Serrizuela, Troglio y Dezotti en lugar de Pumpido (fracturado), Fabbri, Basualdo y Balbo que habían estado en aquel mal paso inicial.
Alfio Basile trató de que el seleccionado que disputó el Mundial de Estados Unidos en 1994 se repitiese casi como de memoria. Y casi lo consiguió. Entre el primer partido ante Grecia y el último ante Rumania, cambió solo a Sensini por Hernán Díaz, a Maradona por Leo Rodríguez y Basualdo y a Ortega por Caniggia. Daniel Passarella movió algo más las piezas en Francia ‘98, sobre todo en la defensa en la que Vivas, Pablo Paz y Sensini se alternaron como marcadores centrales. Hubo una base ancha (nueve jugadores estuvieron en todos los partidos), pero no sirvió de mucho.
Finalmente, en Corea-Japón 2002, Marcelo Bielsa introdujo algunas correcciones entre la presentación ante Nigeria y la despedida con Suecia: Placente le dejó su puesto a Chamot, Simeone a Almeyda, y Verón a Aimar. Moraleja mundialista: lo que resulta bueno al principio, bien puede no serlo después, y viceversa. Habrá que esperar qué piensa Pekerman al respecto.
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