› Por A. G.
Demetrio sale de la cocina con dos vasos de cerveza; uno lleno en la mano derecha, el otro por la mitad en la izquierda. Cuando llega a la mesa en la que hay cuatro alemanes, entrega el porrón completo y, de inmediato, se sienta en una mesa vecina y le da un sorbo al otro, que pronto queda vacío. No habrá ningún problema con el propietario del lugar. Demetrio es el dueño, cocinero estrella y hasta mozo de La Fontana di Trevi, una confitería italiana que tiene en su interior una réplica de la famosa fuente, ubicada en la zona de la Altstadt de Nuremberg. Parecido a Danny De Vito con veinte años más –dice tener 70–, pelada prominente, pero con pelo largo y canoso a los costados y una barba frondosa que remata con unos bigotes mostacho, Demetrio cuenta que dejó su Calabria natal en 1954 para radicarse en “la Norimberga” y confiesa que trabaja 16 horas “per giorno”. Pero lo de mozo lo hace por gusto. Le permite sentarse en la mesa con los ocasionales comensales y saludar a casi todos los peatones que pasan por la vereda, sobre todo si son mujeres. “Ciao, bella”, le dice a Nicole, una rubiecita que podría ser su nieta, que atiende el bar Lukas, justo enfrente del “restaurant by Demy”, el otro nombre que figura en la marquesina de su negocio. “Più bella, la signorina”, dice, mientras tira una sentencia de vida: “Lo mejor de la vida es el alcohol, la comida y el sexo”. Entonces larga una risotada contagiosa, que le permite retirarse para seguir atendiendo a los otros clientes. Cuando vuelve con el pedido, su clase de filosofía continúa. “Pero lo mejor de todo es el sexo. Me hace sentir más joven”, asegura con un gesto universal que no hace falta explicar, al mismo tiempo que sigue saludando a cuanta mujer pasa por la peatonal. Claro que siempre recibe, como mínimo, una sonrisa y el “hello, Demetrio”, muestra concreta que todas las chicas lo conocen. Su análisis también es sociológico, por lo que la frialdad de los alemanes tampoco se salva. “Estos tedescos son todos aburridos. No tienen humor, no se ríen”, y lanza otra carcajada de despedida. Como buen italiano, Demetrio es un amante del Calcio, por lo que se queja de la habitual “suerte” que, según él, acompaña a los alemanes. “La Germania siempre con el culo roto”, repite cada vez que la TV muestra los goles de Klose y Podolski a Ecuador. No le gusta cómo juega Italia, augura un buen mundial para la Argentina. Y cuando la nombra, recuerda que tiene un primo, que vive en Luján, al que volvió a ver hace poco tiempo, cuando Vittorio vino a visitarlo a Nuremberg. “Cuando vuelvan a Argentina, vayan a visitarlo. Preguntan por Vittorio en Luján y todos lo conocen.” Si es primo de Demetrio, seguro que es verdad.
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