› Por J. J. P.
Fútbol, fútbol y fútbol. Fútbol hasta en la sopa. Casi literalmente se diría, según lo que se contará a continuación. El desayuno en el Hotel Alpha no está mal. Café con leche a voluntad, ensalada de frutas, cereales, pan blanco, negro, una especie de figaza muy rica, naranja de bidón, manteca, mermelada y fiambres variados: jamón, mortadela, leberwurst, salchichón, queso. Día por medio una sorpresa: huevos con una muestra de caviar, salmón rosado y cosas así. Ayer volvieron a sorprendernos: sobre la bandeja de fiambres sobresalía uno muy original: salchichón con algo. Pero no cualquier cosa, sino un jugador de fútbol con pelota y todo en medio de cada feta. A juzgar por la figura del muñeco (gordito y pelado) se trataba de un simbólico Ronaldo: nos preguntamos cómo había hecho el fiambrero para meter al jugador ahí adentro (si estaba pintado o qué, y en todo casi si estaba pintado con qué) y por las dudas empezamos por el jamón y el queso. Hay fútbol en los diarios, en los carteles de publicidad, en cada una de las vidrieras, en la ropa que lleva puesta la gente, hasta en los programas medio porno se pueden encontrar escenas de sexo implícito dentro de un arco, pero esto de empezar el día con el salchichón futbolero nos superó. Salimos a la calle con tiempo de sobra para tomar el subte que nos llevaría a la estación para montarnos luego en el tren que nos trasladaría a Francfort, pero se ve que el desayuno había sido medio pesado y caminábamos lentamente. A unos 20 metros de distancia de la boca de entrada de Ziegelstein, vimos encenderse la luz. Es muy especial la cosa: en esa estación, sobre el techo, hay una especie de tubo fluorescente rojo que se prende como una línea discontinua, como una flecha que indica el camino cuando se acerca el subte. Se puede ver, inclusive, desde la calle, porque el techo se prolonga hasta la superficie. “¡Luz roja, luz roja!”, empezó a gritar Greco, burlándose del relator de Fútbol de Primera que en otros tiempos pretendía adelantarse a las jugadas en las que él creía que se iba a meter un gol y se adelantaba... “¡Luz roja!”, repitió Greco y picó en quinta. Uno que ya no está para estos trotes y mucho menos para estos galopes, también bajó las escaleras casi en el aire. La maquinista se apeó (como lo hacen habitualmente en cada estación) y también se apiadó, y por eso subimos. En la carrera, a Greco se le cayó algo. Pudo haber sido una feta de salchicón futbolero. No se la había comido, pero la llevaba en el bolsillo, por las dudas.
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