DEPORTES › HORACIO ELIZONDO DIRIGIRA LA FINAL DEL MUNDIAL
El árbitro argentino será el primero en dirigir los dos partidos más importantes de una Copa del Mundo. Escribe poemas y simpatiza con la izquierda.
Horacio Elizondo (42 años, dos hijos) se transformó en el primer árbitro de la historia de los mundiales en dirigir el partido inaugural y la final en la misma Copa del Mundo, un hecho inédito hasta ahora. El referí argentino, que ya había arbitrado Alemania-Costa Rica y otros tres partidos del torneo, fue seleccionado para conducir el choque entre franceses e italianos. Catalogado sin excepciones como el mejor árbitro del fútbol argentino, esta distinción eleva al plano más exitoso de la actividad internacional a este profesor de Educación Física, lector apasionado, fanático del escritor uruguayo Eduardo Galeano, simpatizante de la izquierda y poeta vocacional, que releva en ese sitial nada menos que al hipermediático árbitro italiano Pierluigi Collina, quien dirigiera la final del Mundial 2002 entre Brasil y Alemania y fuera considerado durante mucho tiempo el juez más eximio del fútbol mundial.
“Pensaba que el partido inaugural sería el partido de mi vida, pero ahora estoy increíblemente orgulloso y feliz, pero también sin palabras, porque no había soñado nunca con esto”, dijo al enterarse Elizondo, árbitro internacional desde 1996, quien postergó el sueño del alemán Markus Merk y el eslovaco Lubos Michel, el mismo que arbitrara Argentina-Alemania. El árbitro argentino recibió buenas críticas, especialmente por su actuación en el partido Inglaterra-Portugal, cuando expulsara a Wayne Rooney por pisarle los testículos a Ricardo Carvalho. También había dirigido Suiza-Corea y República Checa-Ghana. Debutó en el arbitraje en 1994 y hasta el Mundial sus mejores recuerdos eran partidos de Eliminatorias en Sudamérica, Concacaf, Europa y Asia y la final de la Copa Libertadores en 2002.
Casado en segundas nupcias y con dos hijos, en su adolescencia se levantaba a las 4 de la mañana para repartir diarios, al mediodía iba a la escuela y luego, hasta las 9 de la noche, se entrenaba como futbolista de Quilmes. Siempre fue afecto a los deportes y practicó atletismo y lanzamiento de jabalina en Independiente, después de salir de la fábrica en la que trabajaba como operario metalúrgico, fundiendo acero para enganches de trenes. También se daba tiempo para estudiar. Así llegó a recibirse de profesor de Educación Física y allí encontró la puerta para dedicarse al arbitraje.
“En mi carrera tuvo mucho que ver Alfredo Miri, que era mi profesor cuando yo estudiaba educación física. El me puso a dirigir por primera vez un partido... pero de handball”, contó Elizondo en una entrevista con la revista El Gráfico. Miri es coordinador de las escuelas de desarrollo deportivo y perfeccionamiento técnico del Cenard y recuerda aquellos años en los que Elizondo dio sus primeros pasos impartiendo justicia en una cancha. “No quería ser árbitro, pero yo le vi condiciones y le aconsejé que probara dirigiendo algunos partidos. Lo hizo a la perfección, porque dejó de lado el afecto que tenía por sus compañeros y tuvo mucho criterio para aplicar las reglas”, dice el profesor en la página web de la Secretaría de Deportes.
“A Horacio lo recuerdo bien porque era para el estudio como es ahora en la cancha, sistemático y ordenado”, recordó Miri. “Lo tuve de alumno un año, pero le vi muchas condiciones para ser árbitro y se lo dije varias veces. Me hizo caso, aunque no fue juez de handball, como yo le había aconsejado, sino que se dedicó al fútbol”, prosiguió el profesor. “Ahora, cuando lo veo en canchas tan lejanas como las de Alemania, no puedo evitar recordar al alumno que fue, porque al igual que en aquellos años, se maneja con seriedad y responsabilidad. Siempre sobrio y sin realizar ningún gesto ampuloso”, elogió. “Cuando vio que me manejaba bien en ese rol –reconoció Elizondo–, me insistió tanto que terminé por decidirme a hacerle caso. Y cuando las cosas tienen que ser, son.”
Con el golf como hobby deportivo, Elizondo escribe poemas desde los 24 años. “Vivo en un mundo particular como el del fútbol y debo ser respetuoso con todos, aunque no piense lo mismo.” Su particular filosofía lo ayudó a soportar no haber sido designado para dirigir en el Mundial 2002. “Aquello fue realmente toda una decepción. Y también fue un aprendizaje sobre cómo a uno se le presentan las cosas cuando uno no las espera”, asegura.
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