DEPORTES › OPINION
› Por Daniel Guiñazú
Nada de lo que sucedió debió haber sucedido. Marcos René Maidana, la máxima promesa de estos días del boxeo argentino, jamás debió haber enfrentado al catamarqueño Ariel Aparicio. No tenía sentido que probase su mano ante un boxeador ya gastado, más pesado, quince años mayor que él y que ningún riesgo podía acarrearle. Y aunque el invicto noqueador santafesino enhebró el domingo a la madrugada, en Tortuguitas, su tercer nocaut consecutivo en el primer asalto y su sexta victoria seguida antes de límite, nadie quedó conforme. Maidana es el primero de todos ellos.
Lo más curioso es que en esta historia no hay culpables. Maidana, desde luego, es inocente. Pero tampoco es posible criticar demasiado a su manager, Mario Margossian, o a su entrenador Guillermo Serra. En todo caso, los tres son víctimas de una situación que se reitera. Cada vez que alguien asoma la cabeza por encima de la mediocridad imperante y amenaza con destacarse (si es un noqueador mucho peor), nadie quiere pelearle. Se niegan directamente o exigen una bolsa impagable para el devaluado mercado interno, una manera sutil de decir que no.
Pero como la televisión impone sus reglas y demanda a Maidana porque es uno de los púgiles más explosivos y excitantes del momento, Maidana, que es un notable prospecto como welter junior (63,500 kg), igual debe ir y pelear ante cualquiera, por lo general boxeadores veteranos y de categorías superiores, welters y hasta superwelters, que nula oposición están en condiciones de ejercerle. Luis Gustavo Sosa, de 35 años, y Ariel Aparicio, de 36 años, fueron sus últimos rivales. A los dos los noqueó en menos de un round, no bien les aplicó el primer golpe en serio.
Inserto dentro de ese círculo vicioso porque no le queda más remedio, Maidana lo único que suma son victorias engañosas y engorda, con riesgo cero, un record inmejorable de 16 triunfos consecutivos, 15 por nocaut, 8 en la primera vuelta. Si estos éxitos, o por lo menos algunos de ellos, hubieran sido obtenidos ante rivales más o menos exigentes, sería posible tener una medida exacta de hasta dónde da la talla el santafesino y vaticinar si se está en presencia o no de un futuro campeón del mundo. Como esto no ha sido así (y nada indica que en el futuro vaya a serlo), lo más probable es que Maidana siga noqueando sin parar, llegue a tener su chance en los Estados Unidos (el importante promotor Gary Shaw estuvo viéndolo en la primera fila de ring side) y recién el día de su pelea más grande sepa arriba del cuadrilátero –y no antes– para que está, si sabe, si puede, si tiene con qué. Demasiado tarde para lágrimas.
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