DEPORTES › PRETENDE COMPARTIRLO CON RIVER
El presidente de Boca sueña con tener una cancha conjunta con el archirrival, pero los hinchas se oponen a la medida.
“Sigo fantaseando con hacer junto a River un estadio único, más moderno y con mayor cercanía, para no alejar al espectador.” El presidente de Boca, Mauricio Macri, remozó su idea de abandonar la Bombonera en búsqueda de nuevos horizontes que le permitan vender más abonos y, de paso, darles más entradas a los visitantes, esta vez con una vuelta de tuerca: la chance de compartir el estadio con el archirrival, una sugerencia que afecta la sensibilidad de los hinchas, quienes lo demuestran en las encuestas: siete de cada diez se muestran contrarios a la propuesta.
“Boca tiene capacidad para 60 mil personas en su estadio y, con las nuevas disposiciones de la FIFA, pronto vamos a tener para 33 mil”, afirmó ayer el dirigente en declaraciones radiales. “La solución sería abandonar el barrio, pero no sería la idea. Es un problema grave y lleva a un debate profundo; remodelando la Bombonera volveríamos a tener una capacidad para sólo 40 mil personas.”
El proyecto de construir un estadio nuevo no es nuevo; sí la sugerencia de hacerlo en sociedad con River, repitiendo el modelo que, en el exterior, muy pocos clubes rivales practican. En la Argentina, la historia relativamente reciente del fútbol muestra que, ante la imposibilidad de usar un estadio propio, los clubes prefieren evitar jugar en la cancha de su tradicional rival.
Cuando a River le remodelaron el Monumental para la disputa del Mundial 1978, actuó de local en Huracán. Pero allí apenas si jugó un año en esa condición San Lorenzo en ese largo peregrinar entre el abandono del Gasómetro y la erección del Nuevo, en que paseó por Vélez, Ferro, Boca o –eventualmente– Atlanta. En Avellaneda, los dos grandes estadios están separados por cien metros. Pero cuando Racing vio desafectado su estadio por cuestiones de seguridad, fue local en la Bombonera; Independiente rumbeó para Lanús en un caso similar.
El Estadio Unico de La Plata despertó largas resistencias: Gimnasia recién accedió a utilizarlo el último año y Estudiantes (que mientras sufrió la clausura de su estadio, en el primer semestre del año, jugó de local en Quilmes) lo usará recién ahora que acordó con la municipalidad platense (propietaria del estadio) la remodelación de su cancha de 1 y 57.
En el exterior, la mecánica del estadio compartido es algo más frecuente en Italia. Por ejemplo, Lazio y Roma comparten el estadio Olímpico de la capital, que no es propiedad de ninguno. Más al norte, Milan e Inter utilizan por partida doble el estadio San Siro (llamado así cuando juega el Inter) o Giuseppe Meazza (cuando juega el Milan, del cual Meazza fue ídolo en los años ‘30); en una época, tanto Juventus como Torino, el clásico de Turín, fueron locales en el Delle Alpi.
En España no es práctica común ni siquiera en las ciudades que tienen dos clubes en Primera: en Madrid, el Real es dueño del Santiago Bernabeu y el Atlético juega en su Vicente Calderón, a orillas del Manzanares. Barcelona hace gala de su Camp Nou, pero el Español, que vio caer bajo la piqueta el Sarriá, prefirió ir a jugar al estadio Olímpico de Montjuich. El Sevilla juega en su Sánchez Pizjuán y el Betis, su tradicional rival de la capital andaluza, lo hace en el Ruiz de Lopera.
En el estadio Maracaná, en Río de Janeiro, juegan como local tanto el Flamengo como el Fluminense, el Vasco da Gama como el Botafogo: pero cada uno tiene su estadio. Lo mismo sucede en Montevideo con el Centenario, Peñarol y Nacional, o el Defensores del Chaco de Asunción, Olimpia y Cerro Porteño. También el estadio Nacional de Lima es usufructuado por varios clubes. Pero la propiedad de esas canchas no es compartida sino oficial.
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