Vie 13.10.2006

DEPORTES  › MAXI, SEIS MESES SIN JUGAR

La lesión que no debió producirse

La trama de intereses que promovió el amistoso en el que el volante se rompió.

› Por Pablo Vignone

El amistoso entre España y la Argentina resultó un pésimo partido y fue parte de un fabuloso negocio, pero el costo de la fiesta –organizada por empresarios de ambas nacionalidades que lucran con el fútbol– lo pagará Maximiliano Rodríguez: al volante argentino le diagnosticaron ayer una rotura en el ligamento cruzado anterior de su rodilla izquierda, por lo cual lo operarán hoy en Madrid, y se perderá seis meses de fútbol. El Atlético Madrid le reclama compensación a la AFA (en consonancia con la lucha del G-14, que involucra a los clubes más poderosos de Europa, contra la FIFA), pero la entidad madre del fútbol argentino mira para otro lado: cobró 750 mil dólares por el encuentro pero la entidad madrileña reclama una cifra cuatro veces mayor por la lesión de Rodríguez.

El partido no debió haberse jugado. Un día antes, haciendo precalentamiento, se lastimó Carles Puyol. A los 15 minutos del choque, Maxi Rodríguez estaba fuera de combate. Según relató ayer Javier Aguirre, el entrenador del Atlético Madrid, Alfio Basile y Luis Aragonés, los entrenadores de ambas selecciones, habían coincidido en que no se podía jugar en un terreno así: hasta una hora antes del partido estuvieron colocando panes de pasto en el campo del estadio la Nueva Condomina, que se inauguraba con este amistoso.

Pero la gran familia del fútbol respeta los compromisos. De este lado, era el segundo de los 24 amistosos que la Selección Argentina debe jugar de acuerdo con el convenio con el Renova Group ruso, representado en el país por World Eleven, cuya cara visible es el empresario Guillermo Tofoni. De los 18 millones de dólares que el convenio le asegura a la AFA, la entidad ya cobró la mitad por adelantado.

Del otro lado, los españoles: como había publicado Página/12 días antes del partido, el propio presidente de la Real Federación Española, Angel María Villar Llona, aseguró la realización del partido contra la Argentina, un rival que preocupaba a los españoles que venían de capa caída, porque había dado su palabra a los propietarios del nuevo estadio de inaugurarlo con un encuentro de jerarquía.

Villar es uno de los seis vicepresidentes junior de la FIFA; el único vice senior es Julio Grondona. Además, es titular de la Comisión de Arbitros del organismo, uno de cuyos integrantes es Jorge Romo, presidente del Colegio de Arbitros de la AFA y hombre de confianza del mandamás del fútbol argentino: antes de llegar a la AFA era proveedor de Lombardi y Grondona, la ferretería de Sarandí...

El dueño del estadio es el Real Murcia, club de la Segunda española. El presidente del club se llama Jesús Samper Vidal, quien también es dueño de Trusam, la empresa constructora que erigió el estadio: el “sam” del nombre se debe a él... También es presidente de Santa Mónica, una empresa de marketing deportivo que, entre otros negocios, tiene los derechos televisivos del Sevilla e intereses en cinco clubes del fútbol chileno, incluido el Unión Española: un director de Santa Mónica se llama Juan Manuel Trujillo, el otro propietario (“Tru”) de Trusam. Santa Mónica, según anuncia su página web, vendió los derechos de televisación del amistoso a 90 países...

El dato clave es que, como si no tuviera suficientes ocupaciones, Samper Vidal fue ungido en julio pasado como directivo de la RFEF por el propio Villar. ¿Fue desempeñando ese papel, o como constructor del estadio, que Samper vino a Buenos Aires, hace menos de un mes, a presentar el partido junto a Tofoni en un hotel céntrico? Demasiados intereses juntos (o mezclados) como para suspender el partido.

Rodríguez paga esos excesos de confianza en los buenos negocios con seis meses de inactividad. Y el Atlético Madrid reclama compensación a la AFA, en un nuevo episodio de la disputa entre los clubes (que son los que pagan los sueldos de los jugadores y no reciben nada a cambio cuando se ven obligados a cederlos a las selecciones nacionales) y las asociaciones nacionales agrupadas en la FIFA, entidad que organiza su fiesta máxima cada cuatro años, el Mundial, con el capital de los propios clubes. Sin embargo, el anexo 1, artículo 2 del estatuto de transferencia de jugadores de FIFA establece que es el club el que debe asegurar a un jugador cuando éste es convocado a la selección de su país: es el que esgrime la AFA para ignorar el reclamo.

“Es lógico que la AFA se responsabilice económicamente por la baja de Maxi, un futbolista que a nosotros nos cuesta mucho dinero al año y que era hasta hoy un referente para el equipo”, afirmó el titular del Atlético, Enrique Cerezo. “Mientras no exijamos que quien paga el juguete disponga de los servicios de los jugadores, esto seguirá funcionando así. FIFA, AFA, Federación española, utilizan a jugadores que pagan otros cuando les da la gana”, protestó Miguel Gil Marín, el hijo del polémico Jesús Gil y Gil y director de fútbol del club.

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