Jue 26.10.2006

DEPORTES  › GABRIELA SABATINI HABLA DE TODO, A DIEZ AÑOS DE SU SORPRESIVO RETIRO DEL PROFESIONALISMO

“Creo que me faltó un poco más de coraje”

La ex número tres del mundo repasa los hitos de su excepcional carrera, en la que cosechó nada menos que una medalla de plata en los Juegos de Seúl ’88, el US Open en 1990, los Masters de 1988 y 1994 y otros 27 títulos más.

› Por Sebastián Fest

Su tenis era estético como pocos, y su imagen se anticipó en más de una década a la transformación del tenis femenino en una pasarela de moda. Gabriela Sabatini, la mejor tenista argentina de todos los tiempos, cumplió esta semana diez años lejos de la raqueta, tiempo suficiente para analizar aciertos y reconocer errores.

–¿Recuerda el momento en el que el tenis comenzó a pesarle?

–Es difícil decirlo, porque no sé si hubo un momento. En el ’93 ya venía con varias dudas, cambié de entrenador varias veces ese año, no podía encontrar una persona para que me entrenara. Era un año sin decisiones. Tuve el partido famoso con Mary Joe Fernández... Creo que fue aumentando la sensación de querer dejar de jugar, de tener una vida más tranquila.

–¿Hubiera preferido no ser famosa y que la dejaran tranquila?

–(Piensa y ríe.) Y... Hoy por hoy te digo que no me gusta mucho el ser conocida. Al principio me costó mucho, porque yo era una persona muy para adentro, muy tímida. Me costaba reaccionar, a veces me ponía un poco apática, no era muy expresiva. Pero por otro lado me obligué a salir un poco más para afuera, a relacionarme más. Creo que eso fue muy positivo.

–Mary Joe Fernández cuenta que tras ese 10-8 con que le ganó en el tercer set de los cuartos de final de Roland Garros 1993, luego de ir perdiendo 6-1 y 5-1, estaban las dos dándose un masaje...

–(Risas.) Ahora no recuerdo bien qué nos dijimos, pero por conocernos de hace muchos años había confianza entre nosotras para sincerarnos. Para decirle claramente que me sentía muy mal, perder así un partido es muy duro. Seguro que le dije que cómo podía haber perdido ese partido.

–¿Llegó a llorar tras ese partido?

–Yo creo que sí. Sí, seguramente. En el hotel, sí, creo que lloré.

–¿Fue su derrota más dolorosa? ¿Más que la final de Wimbledon?

–Sí, más que la final de Wimbledon, porque en ese Roland Garros venía jugando muy bien, sentía que podía llegar, que era una buena oportunidad para llegar a la final y ganar el torneo. Fue un golpe bastante fuerte.

–En la primera parte de su carrera se hizo famosa por el revés paralelo con top spin, un arma decisiva que le daba muchos puntos. Pero hubo un momento en que cambió y comenzó a abusar del slice, a jugar sólo slice. ¿Eso era reflejo de la falta de confianza o una innovación táctica?

–Y, a veces tenía que ver un poco con la táctica, con la superficie... Hay veces que exageraba un poquito con el tema del slice. No por un tema de confianza, porque mi revés era siempre el golpe en el que más confiaba.

–Pero había desaparecido ese revés paralelo con top spin.

–Muchas veces creo que era más bien táctico. A veces podía ser un poquito más de cansancio, porque para jugar el top spin tenés que estar más encima de la pelota. Para el revés con slice me las ingeniaba para poner el brazo y la muñeca y hacer un buen slice. Cuando se exageró era más táctico.

–¿Le siguen viniendo a la mente los terribles problemas con el saque?

–Sí, a veces pienso en eso del saque. En el tenis, cuando empezás a insistir tanto en algo, y todo el mundo te lo recuerda, sólo habla de eso, estás concentrada sólo en ese golpe, y eso a veces no es tan bueno.

–Derrotó a Navratilova en el Masters ’94 y ella quedó maravillada con su juego. Usted ganó aquel Masters, luego conquistó Sydney maravillando. Y, de repente... desapareció. ¿Qué pasó?

–Una cosa era lo que se veía... En ese Masters, en el que tuve la suerte de jugar el último partido con Martina, un partidazo, yo no estaba pasando un buen momento.

–Y pese a todo jugaba en ese nivel y ganaba...

–Sí, por las ganas de seguir ganando... No me estaban yendo muy bien muchas cosas, haber ganado el Masters fue algo que me vino muy bien.

–Y en Sydney, en enero de 1995, gana jugando un tenis perfecto para perder a la semana siguiente en el debut en el Abierto de Australia.

–Creo que ahí ya había empezado a preguntarme si era lo que quería hacer.

–¿Se siente la no-número uno más injusta de la historia?

–No lo pienso de esa manera, tampoco me voy a agarrar de eso por los números. Pienso que les gané a todas las que estaban arriba mío y... Bueno, estuve muy cerca de serlo, pero no puedo ahora recriminarme eso.

–Pero hubo otras jugadoras que llegaron al uno sin ganar Grand Slams y haciendo menos globalmente que usted, que fue número tres.

–Sí, pero pienso también que jugué en una época complicada, pero también una de las más lindas. Llegué a jugar con Chris Evert, con Martina y estando Steffi, Monica Seles, Arantxa... Fue una de las mejores épocas, me parece algo muy positivo las rivales que tuve.

–Con Graf no eran amigas, pero terminan jugando el dobles juntas y ganan Wimbledon. Fue sin embargo más una idea de los agentes que de ustedes.

–En el circuito es difícil compartir cosas después de jugar, no se da naturalmente. Con Steffi jugamos dobles, pero aun así no nos hablábamos más que otras veces. El padre de ella le dijo en ese momento a mi entrenador de hacer un dobles. No nos fue mal. Ganamos Wimbledon, llegamos a la final de Roland Garros. No había dudas de que podíamos jugar muy bien. Yo siempre digo que Steffi fue la rival más grande que tuve, jugué mis mejores partidos, me motivaba mucho jugar contra ella.

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