DEPORTES › VIOLENTOS INCIDENTES EN EL PARTIDO ENTRE BROWN Y ESTUDIANTES
› Por Adolfo Morales
La insensatez y la locura impidieron ayer que se definiera el campeón de la Primera B Metropolitana y el consecuente ascenso a la B Nacional, debido a que el arquero de Estudiantes, Walter Cáceres, sufrió una descompensación cuando lo aturdió un petardo lanzado desde la tribuna que ocupaban los hinchas de Almirante Brown.
Iban sólo 13 minutos y Brown tenía un penal a favor, por infracción de Luciano Goux a Sebastián Penco. Como consecuencia de la decisión del juez Diego Abal, el defensor de Estudiantes Luciano Mazzina protestó y vio la tarjeta roja. En suma, parecía todo en favor de Almirante, que había copado las tribunas de la cancha de Racing con más de 15 mil personas. Sin embargo, la irracionalidad se hizo presente. Cuando Penco iba a patear el penal, desde la cabecera local, la que ocupaba la parcialidad aurinegra, partió una bomba de estruendo que cayó muy cerca del arquero Cáceres. El ex guardavallas de Racing y Laferrere (acérrimo rival de Almirante) cayó desplomado y, rápidamente, los servicios sanitarios entraron a la cancha para atenderlo y llevarlo al vestuario con un cuello ortopédico. Y el árbitro Abal dijo basta.
La película que siguió generó asombro, perplejidad e indignación entre los verdaderos hinchas de Almirante que, hace tiempo ya, vienen padeciendo las internas de las fracciones 20 de Junio (desde la cabecera que ocupaban partió el proyectil) y Los de Siempre (ubicados en una de las plateas altas del Cilindro de Avellaneda). La suspensión cambió el estado de ánimo de los simpatizantes de Brown. Así, un buen núcleo de los integrantes de Los de Siempre buscó “venganza inmediata” y corrió hacia el sector en el que estaban los de 20 de Junio, con el propósito de golpear al responsable de tirar la bomba.
De este modo y ante la pasividad policial (750 agentes provinciales compusieron el sofisticado y ¿absurdo? operativo de seguridad que no pudo impedir, por ejemplo, que el micro que transportaba a los jugadores de Estudiantes fuera apedreado antes del ingreso a la cancha), las dos fracciones internas aurinegras se cruzaron en las escaleras de las tribunas y generaron más de dos minutos de zozobra. La calma llegó cuando buena parte de los agentes policiales se trasladó hasta el lugar, armó un nuevo cordón y separó a los dos grupos. Los choques generaron algunos heridos leves, atendidos en una ambulancia que se ubicaba en el propio playón del Cilindro.
Mientras tanto, al vestuario de Estudiantes lo invadía la angustia. Es que Cáceres no se recuperaba (sufrió un shock, con vómitos y mareos), razón por la cual se decidió trasladarlo al Hospital Fiorito y, ya restablecido, fue derivado al Sanatorio Carrillo, de Ciudadela. Pero los futbolistas de Estudiantes no abandonaron la cancha de Racing rumbo a Caseros, sino que se dirigieron a Lomas de Zamora, a prestar declaración ante la fiscalía número 16 para informar de las agresiones que sufrieron antes del comienzo del partido, cuando piedrazos enviados por simpatizantes de Brown rompieron los ventanales del micro que los llevaba.
Por el contrario, una hora y media después de que Abal marcara el comienzo del partido, el micro de los jugadores de Almirante Brown todavía estaba en el playón del estacionamiento. Las caras de los futbolistas del DT Blas Giunta reflejaban la desazón y la impotencia que produjo la abrupta suspensión. Porque ahora deberá resolver el Tribunal de Disciplina de la AFA, en fallo que saldrá –como inmediato– el jueves venidero. O, tal vez, la semana siguiente. Pero la real certeza que queda después de la inconclusa mañana de fútbol en Avellaneda se emparenta con lo dicho por el técnico de Estudiantes, Rodolfo Della Picca: “El fútbol se encuentra en estado terminal”. Y no hay nadie que pueda rebatir esa postura.
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