Apenas incorporado el “telebeam” a las costumbres vinculadas con el fútbol por televisión, los tecnócratas se sintieron vivamente gratificados. Es que el recurso permitía, a relatores y comentaristas del régimen, mejorar la puntería respecto de lo que les permitían las simples repeticiones. Así las cosas, se hizo especial hincapié no solamente en volver a mostrar algunos lujos individuales –esos que ellos mismos (los tecnócratas) peyorativizan como “ataques de habilidad”–, sino muy especialmente brusquedades y circunstancias de juego más o menos dudosas, como para botonear errores humanos de los árbitros. Por supuesto, apenas aparecida la novedad, el eufórico entusiasmo del entonces relator Araujo, devenido en los últimos tiempos en aparente converso crítico de sus ex patrones, ex socios (¿o lo siguen siendo y todo esto es fulbito para la tribuna?) y ex compañeros, etcétera, pedía “¡marche un telebeam Consolidar!” para que una de las AFJP que se quedó con ahorros de otros, auspiciara la cantidad de centímetros en que Fulano o Mengano se encontraba, adelantado o no, para determinar si el orsay estuvo bien o mal cobrado. Por supuesto, la novedad tecnológica no revertiría nada. Era casi una alcahuetería inútil.

Desde hace un tiempo, en el rugby, se dispuso que, en circunstancias dudosas, en especial si el referí no está seguro de que haya habido o no un try, se recurre a la televisión para evitar equívocos e injusticias, lo que para algunos supone desnaturalizar el juego, pero que indudablemente entrega mayor fidelidad cuando la pelota queda oculta para el juez y los linemen debajo de jugadores con diferente camiseta dentro de un in-goal. ¿Por qué no en el fútbol? De haber sido “sí” también en el fútbol, muchos desaguisados –como el del sábado en Chicago-River– se hubieran evitado. Independientemente de la regularidad del árbitro Rafael Furchi en la comisión de errores de grosera notoriedad.