Mar 10.07.2007

DEPORTES  › A 25 AÑOS DE LA DEMOCRACIA CORINTHIANA, LIDERADA POR SOCRATES

Militancia social, pelota al pie

Sobre el ocaso de la última dictadura militar brasileña, los jugadores del Corinthians tomaron las riendas del club para exigir la democracia nacional y para llevar a votación todas las decisiones de relevancia. Los líderes de aquel movimiento recordaron la gesta con Página/12.

› Por Nacho Levy

Veinticinco años atrás, cuando los músculos de la resistencia popular brasileña empezaban a abrir los dedos del puño de la dictadura militar, un volcán de fútbol desató un estallido social en San Pablo. Asqueado de imposiciones en procura de intereses personales y económicos, un grupo de jugadores brasileños tomó un rol protagónico en la conducción del Corinthians, el segundo equipo más popular de Brasil. Por consenso entre el plantel, el cuerpo técnico y el presidente elegido por los socios, se definió en 1982 que ya no fuese una sola persona la encargada de timonear el destino de los 25 millones de torcedores que respiran el aire paulista por la nariz corinthiana sino los tres pulmones de su fútbol.

“Acordamos que cada decisión sería tomada entre todos, mediante votaciones. Y mi voto, lógicamente, valía uno, como el voto de cualquier jugador”, recuerda ahora Waldemar Pires, presidente de aquel Corinthians y de aquella “Democracia Corin-thiana” que pregonaba la militancia social, a los pelotazos. “Fue algo histórico, porque significó una apertura inédita en el fútbol. Antes de cada paso político del club, hacíamos una reunión de los jugadores con los dirigentes y los entrenadores, para debatir y luego votar. De ese modo se aprobó, por ejemplo, que las concentraciones no fueran obligatorias para los jugadores casados, y por la misma vía también se decidía qué incorporaciones hacer, o cuándo entrenar, o con qué formación jugar ante cada rival”, explica.

Mientras el gobierno de facto avanzaba con su poco original idea de camuflarse tras el cuero de la pelota, ampliando el Nacional de 1981 ¡a 94 clubes!, comenzó a desarrollarse el embrión de un equipo que usaría el fútbol para lo que siempre usan el fútbol los que nada entienden de equipos. Criado 10 años por la democracia y otros 18 por el régimen dictatorial, Sócrates Brasileiro Sampaio de Souza Vieira de Oliveira lideraba al plantel de Corinthians y al movimiento político que haría ebullición del ’82 al ’84. “La Democracia Corinthiana fue fundamental para desencadenar nuevas corporaciones y resultó importante para el proceso de redemocratización que vivía Brasil. Yo siempre supe que estábamos haciendo política y sabía que debíamos aprovechar la pasión del fútbol para ayudar a la movilización de la gente”, enfatiza el Doctor a Página/12.

Junto al pensador de la gesta y al presidente del club, marcaban el rumbo el director de Fútbol, sociólogo y ex militante universitario, Atilson Monteiro Alves, y los futbolistas Casagrande y Wladimir, por entonces abanderado del Sindicato de Jugadores Paulistas y afiliado al PT, quien ahora comprende que “lo que hizo aquel equipo del Corinthians contribuyó a la participación popular y a la concientización sobre la importancia de exigir las elecciones directas a presidente”. También protagonista de aquel movimiento, Biro-Biro asevera que “todo aquello representó mucho para el futuro de cada uno de nosotros, los jugadores, y también para todo Brasil”. Por si quedan dudas, las evapora una vieja confesión de Casagrande: “De no haber sido por aquella Democracia Corin-thiana, yo hubiera terminado tirado, drogado o hecho un bandido”.

A tal punto llegaron las manifestaciones de esos futbolistas en reclamo de la democracia, que el plantel inauguró la idea de cruzar la camiseta con alguna leyenda. Se trató de una insignia política que exigía elecciones, “Directas ya”. Poco tiempo después, de cara al 15 de noviembre de 1982, día de la designación del gobernador de San Pablo, la casaca volvió a hablar: “El 15, vote”. No eran panfletos los jugadores, eran militantes. “Sabíamos bien lo que queríamos y nos pasábamos mucho tiempo leyendo, sobre todo en las concentraciones, porque no aceptábamos esa centralización del poder. Incluso nos enfrentábamos a las presiones de muchos policías, que nos decían: ‘Ustedes son futbolistas y no deben meterse en política’”, destaca Wladimir, que hoy tiene “una excelente relación” con Lula y es miembro del PC de Brasil.

Sobre su fuego político, el Corin-thians cocinaba un fútbol espectacular, que lo haría campeón paulista en 1982 y 1983, dos títulos con sabor a mucho más. “Yo sentía que teníamos la misión de ganar, para reforzar nuestra lucha”, dice Sócrates, como justificación de aquella bandera que mostró el equipo en el Pacaembú, para separar las cosas, sin separarlas, en la final del ’83: “Ganar o perder, pero siempre con democracia”, adelantaron los jugadores al salir a la cancha, para que no hubiera goles en contra. No los hubo: ganó Corinthians 1-0, con gol de Sócrates, como si fuera el final de una película hollywoodense; pero no era el final, y mucho menos Hollywood.

Poco a poco, la adhesión de torcedores sedientos de fútbol y democracia también fue ganando opositores, tal como lo describe Pires: “Era una época difícil, y más de una vez recibí llamados de los militares. Recuerdo especialmente uno del brigadier general Jerónimo Bastos, para sugerirme que evitáramos meternos en política, cuando empezamos a usar la camiseta que incentivaba a la gente a votar”. Vicente Matheus, quien previamente había ejercido dos mandatos como presidente e inició como vice el período de la Democracia Corinthiana, también se volvió opositor. “Mi marido no era un dictador sino que buscaba disciplina, porque no aceptaba que los jugadores no quisieran concentrar”, aclara Marlene Matheus, viuda de Vicente, ex presidenta del club y dirigente de la oposición actual, aunque Pires no comparte esa visión: “Yo tengo un gran respeto por Matheus, y por eso asumió conmigo, pero la verdad es que se bajó al año porque, como quería mandar, no aceptaba esa manera de conducir al club”.

Celso Unzelte, periodista brasileño, especializado en Corinthians, resalta que “la Democracia Corinthiana contó con el incesante apoyo de Placar, la principal revista deportiva de Brasil”. No era poco en tiempos de redacciones gobernadas por títeres, fusiles y temores, que un medio apoyara una construcción colectiva y popular: “La Democracia Corinthiana estaba revolucionando el modo de gobernar a los clubes, y además era combustible para las masas que peleaban por derrumbar a la dictadura. Por eso, la revista que yo dirigía respaldó el movimiento desde el comienzo”, expresa Juca Kfouri, director de Placar por aquellos tiempos.

El triste final del sueño comunitario paulista empezó a caer con un fallo del Congreso Nacional, en 1984. Con la idea de presionar sobre la decisión, Sócrates prometió en una plaza pública que dejaría Brasil, de no aprobarse las elecciones directas. Y finalmente se definió que nuevamente fuese el Parlamento el dueño de la elección, por lo cual el líder del movimiento emigró a la Fiorentina, de Italia. Tiempo después, por cuestiones de finanzas, también Wladimir dejaría el club. Y ya nada sería igual.

En 1985, la lista de la Democracia Corinthiana perdió las elecciones internas del club, no tan creíbles para muchos. “No es que haya habido fraude en la elección, pero esa elección era un fraude en sí, porque claramente no representaba a los torcedores. Hay pocos ambientes más reaccionarios que la dirigencia de los clubes brasileños”, argumenta Kfouri. Y Unzelte manifiesta que “los torcedores que podían pagar la cuota social del Corinthians, en su mayoría, eran, y son, conservadores, por lo cual, en las elecciones para presidente del club, es habitual encontrarse con viejos en sillas de ruedas, a los que han ido a buscar especialmente para que vayan a votar a un candidato”.

Fútbol al margen, la fortaleza del movimiento, según Biro-Biro, “también perdió mucho, sin dudas, cuando se fue Sócrates, porque más allá de haber sido uno de los mejores jugadores que vi, él nos marcó a todos”. Y el Doctor sabe que no es errado el diagnóstico de su compañero: “A veces me arrepiento de haberme ido en aquel momento, aunque nadie puede saber si eso hubiera modificado el destino de la Democracia Corinthiana. Yo tomé esa decisión, porque creía que ya era hora de cambiar el modo de elegir al presidente en Brasil, y tenía que mostrar mi insatisfacción con esa resolución”.

A pesar del bicampeonato calentito y los números en orden, la elección corinthiana derrotó a la candidatura de Monteiro Alves, para devolverle el poder a Roberto Pascua, partidario de la dictadura militar. Y finalmente, tras 20 años de régimen militar y 6 de su tiranía, Joao Baptista de Oliveira Figueiredo dejaría el mando de Brasil en 1985, con una orden más, que ya no tendría efecto: “Olvídense de mí”.

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