A pesar del anuncio del dirigente de Boca Juan Carlos Crespi, quien anticipándose al presidente del club, Mauricio Macri, la semana pasada se animó a dar por hecho ante la prensa la continuidad del volante Juan Román Riquelme en el club, argumentando que ya se había alcanzado un acuerdo con el Villarreal, propietario del pase, y sólo restaba oficializarlo, la operación sufrió un fuerte revés: el club de Castellón reveló que no volverá a prestarle a Boca al jugador y le puso un precio de venta. La respuesta de Macri no tardó en llegar.

“No esperamos nada, para mí es un tema que no tiene viabilidad”, sentenció. Ayer se supo que el Milan tiene avanzadas las gestiones para contratar al jugador.

Con la maniobra anunciada ayer, Villarreal intenta dar un golpe de timón al caso Riquelme, quien se encuentra de vacaciones en su casa de San Fernando, esperando alcanzar su objetivo, que es renovar su préstamo con Boca. Pero Villarreal subió la apuesta y le anunció a Boca que si quiere a Riquelme deberá comprar su pase en seis millones de dólares, más otros cuatro millones en porcentajes de dos jugadores del club: Rodrigo Palacio y Ever Banega o, plan alternativo, Jonathan Maidana y Mauro Boselli.

Aunque el monto de la operación podría no significar tanto para Boca, que en febrero decidió pagar –“para darse un gusto”, según palabras del propio Macri– dos millones de dólares por el préstamo de seis meses que venció en junio último, el problema que surge no sería tanto el porcentaje de jugadores, ya que no se sentiría directamente en el tesoro del club, sino el alto valor del contrato del jugador con Villarreal hasta julio de 2008 y percibe cuatro millones de euros anuales. Más allá de que Riquelme es consciente de que debe bajar sus pretensiones mientras desee continuar su carrera en el fútbol argentino, habría que ver cuánto de los ocho millones de euros que debería pagarle Villarreal estaría dispuesto a resignar.